Implementación del deporte como táctica estratégica para la reestructuración política del sistema internacional
En aras de dinamizar la convivencia armónica entre las sociedades. Por Rodrigo Avilés
«El deporte tiene el poder de inspirar. Tiene el poder de unir a la gente como pocas cosas lo tienen. El deporte puede crear esperanza donde alguna vez hubo solo desesperanza. Es más poderoso que el gobierno para romper barreras raciales” Nelson Mandela (primer presidente de la República de Sudáfrica entre 1994 hasta 1999)
Tras el devenir del tiempo, se ha demostrado que el deporte es una forma de expresión de cohesión en las personas, siendo a la vez una manera de acercamiento entre los Estados, debido a su caracterización de adaptarse a los cambios globales o situaciones excepcionales (guerras, pandemia, entre otras), donde en la mayoría de los casos, ha marcado la esencia de ella de modo positivo, dado que se ha convertido en un escenario propicio para la lucha y sensibilización de problemáticas de índole económico, político y social por parte de los gobiernos y de las poblaciones. En ese sentido, el propósito del presente escrito es argumentar tres razones por las cuales el deporte debe ser considerado como una estrategia para la reestructuración política del sistema internacional, en aras de dinamizar la convivencia armónica entre las sociedades, tales como: fomento de practicidad de valores homogéneos, promoción de la igualdad del ser humano, propuesta de solución de controversias; por tal razón, resulta imprescindible su desarrollo, con la finalidad de proyectar el deporte como baluarte clave para la transformación de la realidad nacional e internacional, lo cual se aborda a continuación.
Inicialmente, el ejercicio físico se visualizó de diferentes maneras en el transcurrir de los años, preponderantemente como un método de celebración de rituales religiosos, exhibición de habilidades o modo de entretenimiento; sin embargo, en la actualidad han surgido otras concepciones, por la misma necesidad de socialización entre los seres humanos, lo que despertó un mayor interés en todas las capas sociales, incluidos los grupos económicos y políticos. En virtud de ello, se ha proliferado su práctica hasta adaptarlo como algo inherente en las sociedades, por su vinculación intrínseca con las preferencias e intereses de la mayoría de los grupos poblacionales.
De conformidad con lo anterior, surgió la necesidad de estandarizar las reglas de los juegos para cada una de las disciplinas deportivas, con la finalidad de permitir que su desenvolvimiento no incurriera a diferencias ni desacuerdos entre los actores involucrados (Cabrera, 2006, págs. 7, 10). En consecuencia, se fundaron comités, asociaciones, federaciones, entre otras instancias a nivel nacional e internacional, donde se encargaron de instaurar códigos de conducta aceptados por la mayoría de las sociedades, que sería aplicado indistintamente a los participantes (deportistas), entrenadores, jueces (árbitros o jurados), directivos, así como los expectantes (aficionados).
Por consiguiente, conviene enfatizar que el deporte no se limita a un simple juego sistematizado, sino que paralelamente sirve de instrumento para transmitir valores que se practican y asimilan en las poblaciones, tales como: respeto a las normas establecidas, solidaridad hacia el contrincante, aunado a la convivencia armónica tanto dentro como fuera del campo, responsabilidad, en donde cada uno de los jugadores desempeñan funciones en aras de lograr un objetivo común, y promoción de la dignidad inherente de la igualdad humana, sin importar la nacionalidad o religión del individuo.
Por tanto, se puede aseverar que contribuye en el proceso formativo de las personas en el ámbito social e incluso político, dado que influye en su comportamiento e interacción dentro de la sociedad y con las autoridades. Asimismo, por medio de ella se adquieren de forma directa e indirecta valores para la convivencia armónica; no obstante, es erróneo pensar que con sólo la existencia, práctica o visualización se favorece el desarrollo de estos, por lo cual, es necesario trabajar de forma intencionada de tal suerte que se vuelva un aspecto clave para que la relación sea positiva (Gea et al., 2015, pág. 277).
Por esta razón, se ha planteado la necesidad de promocionar estos valores de forma rigurosa para su practicidad, siendo el centro de ellos la igualdad del ser humano, con el objeto de impulsar cambios en la mentalidad de los individuos, a favor de direccionarlos al ideal de vivir en un mundo basado en la primicia de respeto y equidad. Cabe recalcar que, pese a los diferentes esfuerzos, todavía existen brechas de desigualdad social, en su mayoría acompañados de actos discriminatorios, raciales y de violencia, empero, para esto se están tomando medidas para su prevención.
En este aspecto, se pueden mencionar algunos ejemplos concretos, tales como: campañas de sensibilización sobre la discriminación racial, a través de comerciales, spots publicitarios y utilización de distintivos con mensajes que instan a no seguir con esas prácticas; otra acción que se está tomando es la apertura de espacios de participación de la mujer en el deporte, por lo cual se están creando torneos locales e internacionales y otorgando importancia cada vez más a los medios de comunicación, con la finalidad de eliminar el precepto social y el estereotipo machista que rodea la actividad física.
Ciertamente, hay mucho camino que recorrer para llegar a una verdadera igualdad del ser humano a nivel global, por ende, se deben producir cambios estructurales, es decir, en las formas de gobernar y en la cultura, pero para ello es ineludible contar con la participación y voluntad de los Estados como de las poblaciones para revertir la situación desfavorable (Cabós, 2021). De acuerdo con esto, es indispensable proseguir trabajando arduamente para que se convierta en un medio universal eficaz de corrección, con un amplio enfoque de carácter pacífico (soft power).
En caso de consolidarse, contribuiría significativamente en dos grandes formas principalmente, por una parte, para dinamizar la convivencia armónica entre los pueblos, puesto que en el deporte, su naturaleza consiste en acercar y transmitir valores para lograr una sociedad más unida y justa; por otro lado, podría convertirse en una estrategia efectiva para la reestructuración política del sistema internacional, dado que históricamente se ha demostrado que sirve para entablar acercamiento de diálogos y fortalecer las relaciones diplomáticas entre los Estados, mediante la diplomacia deportiva, asimismo, ha coadyuvado en disminuir tensiones, solucionando problemáticas a nivel endógeno y exógeno.
Indiscutiblemente, el deporte representa oportunidades para estimular transformaciones, por ejemplo, se puede señalar la acción que llevó a cabo el presidente de aquel entonces, Nelson Mandela en la República de Sudáfrica cuando este Estado fue elegido como sede para albergar la Copa Mundial de Rugby en 1995, el cual consistió en la búsqueda de la reconciliación nacional tras años de marginación, por el régimen del apartheid, mediante el convencimiento, para lograr la cohesión de toda la población sudafricana, rompiendo así las barreras políticas y sociales impuestas por las administraciones anteriores, dado que ya no sería exclusivamente para una raza en particular, sino de todas en general, siendo esto pertinente, en la solución de la problemática (Vázquez, 2020, pág. 9).
Otro peculiar hecho, fue cuando las dos Coreas llegaron a un acuerdo de participar conjuntamente en algunos Juegos Olímpicos, Sídney (2000), Atenas (2004), Pyeongchang (2018) bajo una sola bandera, quienes demostraron que las diferencias políticas pueden pasar a segundo plano, al existir de por medio un objetivo común; no obstante, esto no ha permitido el cese total de las hostilidades y desacuerdos entre las partes, pero se aproxima a un acercamiento, que podría dar la pauta, siempre que se aproveche esos espacios para articular esfuerzos hacia un futuro diálogo firme, encaminado al arreglo de controversias (Vázquez, 2020, pág. 14).
En conclusión, el deporte ha demostrado poseer un poder oculto para influenciar el comportamiento en las sociedades, siendo esto una oportunidad para suscitar posibles reestructuraciones en el sistema internacional. Por ende, es indispensable su adopción e implementación como mecanismo de dinamización para la convivencia entre los pueblos hacia la practicidad de valores aceptados por la mayoría de los Estados, encaminado a la búsqueda y consolidación del acercamiento entre las partes, que posibilite solucionar controversias de forma pacífica, y así coadyuvar en la consecución de la ansiada paz mundial.
No obstante, todavía no se vislumbra como una estrategia oportuna a emprender y tener en consideración, por parte de algunos tomadores de decisiones, por la percepción que tienen sobre ella o el desconocimiento de su potencial. Por esta razón, es necesario proseguir trabajando arduamente, en articular esfuerzos para su pronto reconocimiento como un elemento clave en el proceso de desarrollo y transformación política y social de la realidad nacional e internacional.
Referencias
Cabós, M. C. (2021, marzo 23). La igualdad en el deporte: un camino a medio recorrer. La igualdad en el deporte: un camino a medio recorrer. https://www.lavanguardia.com/vida/junior-report/20210326/6603888/igualdad-deporte-camino-medio-recorrer.html
Cabrera, E. A. (2006). El deporte y valor humano. Journal of Human Sport and Exercise, 7, 10. https://www.redalyc.org/pdf/3010/301023497002.pdf
Gea Fernández, J. M., Monjas Aguado, R, Ponce Garzarán, A. (2015). La transmisión de valores a través del deporte. Deporte escolar y deporte federado: relaciones, puentes y posibles trasferencias. Retos: nuevas tendencias en educación física, deporte y recreación, 277. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5147806
Vázquez, D. R. (2020). El deporte como estrategia diplomática en las relaciones internacionales. Instituto Español de Estudios Estratégicos, 9. http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2020/DIEEEO55_2020DANROD_diplomaciadeportiva.pdf