Incorporación de la literatura distópica en las Relaciones Internacionales10 min read
Por Lic. Rodrigo Avilés
Por regla general, la mayoría de la literatura distópica clásica se caracterizó por contextualizar cómo los grupos poblacionales estuvieron sometidos bajo un sistema político totalitario u otra forma de control social, coaccionando sus derechos humanos con el pretexto de garantizar la ansiada estabilidad política-social; por tanto, las publicaciones de estas obras respondieron como advertencias sobre las posibles repercusiones que podrían tener para la convivencia entre los seres humanos, por el establecimiento y consolidación del mismo. En ese sentido, se destaca que no constituye un manual de organización o modelo de gobernanza para direccionar el camino de interrelación de la presente y futura generación, sino de proyectar una hipotética realidad cuando los proyectos políticos están encaminados a deshumanizar a las sociedades. Por esta razón, el presente escrito tiene como finalidad, describir sobre la relevancia que posee la incorporación de este tipo de textos en el análisis político dentro la disciplina de Relaciones Internacionales, principalmente como técnica de reflexión de prácticas no aceptadas universalmente.
En concordancia con lo anterior, los escenarios que ilustran las historias distópicas clásicas son de sociedades arquitectónicamente reguladas por un Estado policíaco, donde el bienestar de la población está subordinado a las ideas políticas de un grupo selecto de gobernantes o elites, las cuales se encaminan en detrimento de sus libertades individuales. Cabe resaltar que, este término tomó mayor realce a partir de la finalización de la primera guerra mundial, dado el ambiente generalizado por el avance de la tecnología, y el ascenso de las dictaduras, que a su vez conformaron corrientes ideológicas de carácter extremista.
En este marco, el paradigma humanista del Renacimiento cambió de cosmovisión producto de los proyectos políticos del siglo XX. Es por ello, que se adoptó una actitud escéptica sobre la dinámica de gobernanza, ocasionando un pesimismo sobre todas aquellas acciones encaminadas a la organización política de las sociedades. Dicha extrapolación de los sucesos acontecidos durante ese período, sirvieron como fuente de inspiración para los escritores, en aras de plantear y prever escenarios más propicios a desarrollarse en caso de continuar con esa línea de pensamiento (Rossel, 2015, pág. 9).
Por consiguiente, sus escritos en el devenir del tiempo fueron catalogados como una realidad indeseable por concebir patrones que estaban alejados de la nueva dinámica que se estaba construyendo a raíz del proyecto político del expresidente estadounidense Woodrow Wilson, que pregonaba la democratización de los actores interestatales, acompañados de una reestructuración en el sistema internacional. En este aspecto, lo que se perseguía era la instauración de un orden mundial perenne para reducir la anarquía, mediante el establecimiento de una organización mundial (Sociedad de Naciones, SDN) y un marco normativo internacional, para conducir al cumplimiento de ese ideal (Fernandes Maso, 2020).
De la misma manera, se esperaba que los Estados adoptaran medidas para reorganizar su sistema político-jurídico a uno democrático, con la finalidad de transformar su comportamiento hacia uno pacifico, dando lugar al mejoramiento de sus relaciones con los demás países, y conllevando así a incidir en un cambio de trato dirigido a sus habitantes. Independientemente, esto contribuiría para que ellos asumieran compromisos y obligaciones tanto en el ámbito interno e internacional; en virtud de ello, se buscaba fomentar un mundo ideal, a partir de la doctrina wilsoniana siempre y cuando se respetaran los postulados.[1]
No obstante, tras el advenimiento de diversos líderes políticos, se debilitó principalmente esa premisa, que supuso momentáneamente un retroceso en las acciones encaminadas a la consolidación del bienestar social y el desarrollo del multilateralismo, a causa de sus decisiones de política doméstica y exterior que no se acoplaban a los preceptos emanados del Pacto de la Sociedad de Naciones. En consecuencia, el panorama no era alentador, dando lugar a la formación de regímenes dictatoriales, donde el respeto de los derechos humanos pasó a segundo plano, ocasionando un repudio en el ordenamiento jurídico internacional e interno de los Estados.
Paralelamente, Rusia estaba logrando posicionarse gradualmente en el tablero mundial, provocando un choque de cosmovisión con occidente, por liderar y difundir otra forma de concebir el sistema político. A partir de esto, diversos gobernantes como académicos se centraron en estudiar su comportamiento a nivel interno y externo, logrando consigo la producción de literatura referida a ella señalando algunas de sus prácticas. Es así como se concibe la primera obra catalogada distópica titulada: Nosotros (1920) del escritor ruso, Yevgueni Zamiatin, siendo desde un primer momento censurada por su gobierno por considerarse una crítica al régimen.
Esta literatura relata la existencia de un Estado único, regido por una sola persona, el Bienhechor, donde todos debían obedecer a su mandato sin importar que menoscabe los derechos humanos de la población. Por ende, este escrito ilustra de forma hipotética como un proyecto político que se había desarrollado con la instauración del régimen bolchevique a raíz de la revolución rusa en 1917 estaba conduciendo a la deshumanización, debido al alto nivel de represión social para la configuración de la organización política de Rusia.
Con esto el escritor pretende denunciar el abuso de poder y control del modelo socialista ruso. Cabe resaltar que, otras obras posteriores en la misma línea fueron influidas por ella, como: Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley o 1984, de George Orwell escrita en 1947. La primera hay que señalar, que el autor observó cómo la aceleración del sistema capitalista con la producción en serie bajo la premisa de Fordismo pudiera generar estrago a la humanidad por el consumo; en cuanto la segunda, se escribe en un contexto post segunda guerra mundial donde el sistema totalitario se consolida y las libertades individuales desaparecen por completo.
Aunado a esto, se publicaron más literaturas referidas a esta temática, sobresaliendo entre ellas, Fahrenheit 451 del escritor estadounidense Ray Bradbury, sumándose a las famosas obras distópicas clásicas, siendo esta caracterizada por prohibir el acceso al conocimiento intelectual, a través de la destrucción de los libros, con la finalidad de evitar ideas disidentes (Rivera, 2018). En este marco, es indispensable mencionar que los cuatro escritos antes mencionados comparten elementos comunes, como es el caso de control político-social, donde la alineación a ella es el único camino para sobrevivir en el sistema; simultáneamente, dentro de los textos se describe la prevalencia de personajes que están en contra de las prácticas deshumanizadoras del régimen.
En este punto, los aportes de la literatura distópica del siglo XX vislumbran una representación del futuro próximo, puesto que en ese contexto específico el sistema internacional se encontraba en una situación vulnerable por el advenimiento de líderes, siendo en la mayoría de los casos, gobernantes que incitaban a la deshumanización de la sociedad, también, se añade el estallido de dos guerras mundiales aunado a un conflicto de carácter ideológico que consolidaba los puntos anteriores, causando un escepticismo en el desarrollo de la política interna y exterior. Por este motivo, las publicaciones de la misma procuraban despertar la conciencia social sobre la realidad vivida de los escritores.
Actualmente, no se ha observado un escenario apocalíptico a lo descrito por estas obras, ya sea porque el multilateralismo lo ha impedido a toda costa, mediante la creación de ordenamientos jurídicos y mecanismos de actuación, o porque la mayoría de los Estados ha asumido su deber de no repetir comportamientos que transgredan la paz mundial. Sin embargo, todavía existe la amenaza, aunque no sea muy latente la instauración del mismo; es por esta razón, que estos aportes son imprescindibles para los análisis de política interna y exterior, puesto que retoma escenarios plausibles y experiencias del devenir de la historia.
En concomitancia con lo anterior, es menester destacar la afirmación que establece la teoría de los mundos posibles, la cual establece que dentro de la literatura se ilustran escenarios que se aproximan al contexto actual, de la misma manera hay otros que se alejan de la realidad, sin embargo, no se descarta su posible concretización en la vida cotidiana (Vilar, 2012). Por tanto, estudiar las literaturas distopías clásicas o contemporáneas no significa que sean meramente hechos ficticios o aislados, sino una aproximación a lo que podría suceder; para ello, se despierta la habilidad de análisis de proyección de situaciones plausibles y de conocer otros escenarios que probablemente hubieran ocurrido en un tiempo determinado.
Por otro lado, hoy por hoy las nuevas obras distopías publicadas difieren de cierta manera con las clásicas por desligarse principalmente de la cuestión política, siendo su esencia la ciencia ficción. No obstante, son escritos que permiten reflexionar sobre el comportamiento de esas sociedades imaginarias, en aras de valorar y desestimar acciones que no son aceptadas universalmente, de igual forma, posibilita al lector analizar la realidad política y social de su entorno para cuestionar el progreso de los valores de la sociedad.
En conclusión, en el siglo XX se identificó que uno de los principales problemas del sistema internacional era la ausencia de un mecanismo para regular las relaciones entre los Estados. Por este motivo, concluida la primera guerra mundial, se instauró la SDN para suplir esa necesidad; no obstante, con el advenimiento de cierto líderes políticos y actores estatales en el tablero mundial, se ocasionó el debilitamiento de la consolidación de ese ideal. Por ende, se vislumbró otro panorama a raíz del establecimiento de regímenes totalitarios, generando preocupación y escepticismo en la sociedad respecto al contexto político y sus repercusiones para las futuras generaciones.
En consecuencia, diversos políticos como académicos mostraron interés en estudiar la situación, llegando al punto de aportar por medio de escritos la construcción de escenarios plausibles sobre su contexto. En este ámbito, se buscaba representar realidades indeseables o preceptos ajenos a lo que pregonaba el sistema multilateral (encabezado en un primer momento por la SDN, posteriormente la Organización de Naciones Unidas), en aras de proyectar en caso de que no se modificara esta línea de pensamiento la humanidad estaría condenada a la búsqueda de una reivindicación social constante.
Por esta razón, la disciplina de Relaciones Internacionales debe nutrirse de este subgénero de literatura, dado que proporciona una fuente de análisis crítico, que permite conocer realidades alternativas cuando los proyectos políticos son implementados para desfavorecer las libertades individuales de las sociedades. Asimismo, sirve para indagar sobre escenarios no compatibles con los preceptos universalmente aceptados, para anteponerse a ellos, siendo esto importante para la reflexión del mismo en la vida política cotidiana.
Referencias
Fernandes Maso, T. ,. (2020). Alteridad: la reinvención de la paz en las Relaciones Internacionales. Revista Critica, de Ciencias Sociales. From https://journals.openedition.org/rccs/10084
Rivera, A. C. (2018). La distopía literaria. Revista de la Universidad de México. From https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/743b7a3a-b732-4900-84b0-8ae0267eff9a/la-distopia-literaria
Rossel, G. A. (2015). En el peor lugar posible: teoría de lo distópico y su presencia en la narrativa tardofranquista española (1965-1975). From https://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/295707/gasr1de1.pdf
Vilar, M. (2012). Introducción a la teoría de los mundos posibles. Revista Luthor, 1.
[1] Es indispensable mencionar que, no fue la primera teoría referente a un idealismo en el campo internacional, dado que Immanuel Kant se había pronunciado anteriormente en su obra titulada: Sobre la paz perpetua, que consistía estructurar orden para cada uno de los Estados en particular que favorezca la armonía.