El descubrimiento de la música ha ocasionado que el ser humano sea dependiente de ella, debido a que genera una conexión intrínseca. Por consiguiente, se ha convertido en parte inherente del desarrollo de las sociedades, puesto que incide en los procesos de fortalecimiento de identidad y promoción de valores culturales a nivel interno y externo. Por tal razón, el presente escrito busca relacionar su utilización por parte de los Estados en el sistema internacional, mediante la diplomacia, con la finalidad de exponer su relevancia en el campo de las relaciones internacionales.

Gradualmente, la música se ha transformado en un lenguaje universal, dado que es capaz de traspasar de forma sutil barreras políticas-sociales. En este punto, es importante resaltar dos aspectos: en primer lugar, la facilidad que tiene ella en lograr la consecución de sus objetivos de una manera no coercitiva, e indetectable al ojo público; en segundo lugar, la adaptación a los diferentes contextos y entornos de la vida cotidiana, logrando así la prevalencia de su uso con el tiempo.

En virtud de ello, desde momentos inmemorables la música ha auxiliado en las tareas de incidir en los procesos de organización político-social; promover la reflexión de acciones de los diferentes actores del sistema internacional; formación de ideologías, creencias, identidad, o moldear el comportamiento de los individuos a los intereses de los colectivos o gobernantes. Por tanto, se trata de una herramienta capaz de influenciar al ser humano de forma consciente e inconsciente en la manera de pensar y actuar en la sociedad.

En consecuencia, se recurre a ella habitualmente como otro margen de maniobra para la obtención de objetivos específicos trazados por el remitente, ya sea actor público o privado, ya que es una oportunidad de transmitir mensajes a mayor escala. Extrapolando esta idea a la temática de las relaciones internacionales, es indispensable mencionar que los gobiernos han observado el poder de la música para la cohesión del ser humano, y cómo esto es fructífero para sus intereses internos y externos.

Cabe recalcar que, los Estados a lo largo de los años han empleado la música en el ejercicio de su política exterior, con el objetivo de persuadir a terceros, atraer aliados, o difundir ideas políticas, económicas, sociales (soft power o poder blando), en aras de lograr un posicionamiento o cambios en el sistema internacional. Por tal razón, este tipo de diplomacia toma mayor realce durante la guerra fría, puesto que era más aceptable por el hecho que se adecuaba a la situación coyuntural, para propagar sus propuestas de desarrollo.

En ese sentido, a mediados de la década de los 50´s, Estados Unidos de América, a través del Departamento de Estado incorporó en su política exterior la diplomacia musical, con el propósito de posicionar la imagen pública del país en el sistema internacional. En este caso, se apoyaron en un primer momento en los artistas de jazz (Embajadores del Jazz),[1] los cuales fueron enviados alrededor del mundo, para lograr trascendentalmente la trasmisión de los valores culturales y promoción del sistema político estadounidense, buscando así el convencimiento para la alineación de su ideal, y el debilitamiento de la influencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en los territorios en disputa.[2]

Por su parte, la URSS se puede contemplar que, desde su concepción como Estado, todas las disciplinas artísticas estaban fuertemente condicionadas a la ideología pregonada, de manera que, existió una intervención estatal exacerbada en cuanto al contenido y producción de la misma. En este caso, merece la atención enfatizar que los gobernantes soviéticos reconocieron el peligro que podía suponer la influencia de culturas que no representaban los valores socialistas respecto a su organización política-social.

Producto de ello, los dirigentes soviéticos establecieron mecanismos de control, prohibición, censura, represión a aquellos movimientos artísticos que desafiaban al régimen y al ideal socialista; aunque por presiones internas fueron obligados paulatinamente a abrirse el ingreso de artistas extranjeros, incluidos los de procedencia estadounidense. En este punto, es importante resaltar que la diplomacia musical implementada por Estados Unidos de América impactó a la propia URSS, dado que la sociedad cambió progresivamente esa visión radical inicial impuesta, hacia una enfocada en el pragmatismo e ingreso a la diversidad cultural.

Pese a esto, la URSS implementó su diplomacia musical, utilizando preponderadamente el género folclórico, con la finalidad de expandir y reforzar los valores socialistas. No obstante, los resultados obtenidos en su travesía de impactar en mayor envergadura a otras culturas que no se consideraban zonas de influencia fueron en vano, e inclusive se vislumbró en el escenario internacional la falta de efectividad de su estrategia en incidir en el mejoramiento de la imagen del Estado.

Posteriormente, con el realce del rock and roll (considerada por algunos la diplomacia de las seis cuerdas) agravó la situación para los soviéticos en cuanto a controlar la oleada de expansión cultural en su territorio, debido a que la población buscaba la manera de consumir empecinadamente el contenido, pese a la prohibición del gobierno, puesto que consideraba que incitaba a practicar valores e ideas liberales.[3] Si bien, no se considera que este género musical fue el causante para la desaparición de la URSS; empero, significó su declive e invisibilidad en el campo cultural, motivando a la posterior practicidad por inercia de patrones occidentales.

En la actualidad, la diplomacia musical estadounidense a comparación de la rusa es asimétrica, dado que los primeros se han diversificado y consolidado en tres programas, por ejemplo: American Music Abroad (AMA), quienes representan la nueva generación de embajadores, donde cada año, se seleccionan aproximadamente diez grupos de artistas en diferentes géneros para embarcarse en una gira de dos a tres semanas de duración por varios países.

Mientras, el segundo es “Next Level”, donde los artistas son personas que interpretan el hip-hop. En este caso, son enviados hasta 20 creadores de ritmos por un lapso de cuatro a seis semanas en varios países, con la finalidad de fomentar el intercambio creativo intercultural en comunidades diversas, principalmente jóvenes y poblaciones desfavorecidas. En cuanto al último programa, está “OneBeat” que ha redefinido la diplomacia musical a través de una serie de programas que emplean la creación musical colaborativa con artistas de diferentes nacionalidades como discurso cívico. [4]

Más allá del caso de la rivalidad estadounidense y soviética durante la guerra fría, se tiene el ejemplo de la República de Corea referente a la diplomacia musical, a través del género K-pop, donde ha logrado un posicionamiento envidiable en el sistema internacional. Cabe resaltar que, esto se debe que a finales de la década de los 90 ́ s (Hallyu) el gobierno surcoreano apostó fuertemente a la industria de entretenimiento, con el propósito de visibilizar y exportar su cultura en el exterior; asimismo, esto fue posible por el proceso inherente de globalización, en donde a los Estados se les presentaron nuevas oportunidades para despuntar en sus capacidades interculturales.

En este aspecto, se ha observado en el devenir de los años un crecimiento gradual de la República de Corea en términos económico-político, producto de la continuidad de una política basada en el poder blando. Lo que ha permitido no incurrir en una guerra de desgaste con sus contrapartes, porque se limitan a promover su producción cultural, siendo esto más rentable usando la estrategia a corto, mediano y largo plazo para sus objetivos de política exterior.

En conclusión, se puede afirmar que la música está expuesta a ser manipulada deliberadamente por cualquier actor según los intereses que persiguen, esto producto a su fácil adaptación a los diferentes entornos de la realidad nacional e internacional. No obstante, para que tenga efectividad se deberá trabajar arduamente en la composición de su estructura (lírica, ritmo), y en la presentación del mensaje, buscando la manera de convencer a la audiencia en el consumo e identificación del contenido, donde posteriormente se incidirá consciente e inconsciente en la actuación del ser humano.

En concordancia con lo anterior, es preciso contemplar su importancia en el abordaje de las relaciones internacionales por el poder que oculta para dinamizar la cohesión y forma de pensar,  puesto que la música es un medio de transmisión de mensaje de cualquier índole que traspasa barreras políticas y sociales, sin transgredir directamente los principios del Derecho Internacional (hard power).Por ende, se trata de un canal de comunicación universal que puede repercutir en el comportamiento de las sociedades de manera positiva o negativa (soft power).

Aunado a ello, la música ha jugado un papel preponderante en el sistema internacional, a causa de su incorporación en la diplomacia por parte de los Estados. Sin embargo, todavía es una temática poca abordada dentro del campo de las Relaciones Internacionales, debido que priman las corrientes económicas-políticas para indagar sobre los diferentes fenómenos que se presentan; por consiguiente, es indispensable fomentar su inclusión en aras de tener más herramientas de análisis, con el afán de adquirir una amplia visión sobre la realidad.

En definitiva, la diplomacia musical representa nuevas oportunidades para todos los Estados, independientemente de la capacidad política-económica que ésta posee en el sistema internacional, dado que se trata de una estrategia que no requiere necesariamente un papel protagónico consolidado en las relaciones internacionales. Solamente, precisa del interés del gobierno en asumir el compromiso en cuanto a su planificación e implementación pertinente, en aras de la consecución de los objetivos trazados de política exterior.


Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente la organización comparte lo expresado.


Referencias:

https://repositorio.comillas.edu/xmlui/handle/11531/56838


[1] El grupo estaba formado por músicos destacando en este género como: Dizzy Gillespie, Louis Armstrong, Dave Brubeck, Duke Ellington, Joe Morello, entre otros artistas.

[2] Durante este contexto, en los Estados Unidos de América se estaba suscitando una oleada de discriminación y segregación social hacia los grupos afrodescendientes, siendo esto llamativo, dado que la mayoría de los artistas de jazz provenían de dicha raza, generando una contradicción sobre la difusión de su mensaje en el sistema internacional. Pese a ello, cumplieron con los objetivos propuestos por el Departamento de Estado, aunque aprovecharon el escenario para reivindicar sus derechos en la sociedad, generando un precedente positivo en el devenir de los años en su reconocimiento.

[3] En 1989, se celebró en el territorio de la URSS, el Moscow Music Peace Festival, en el cual participaron algunas de las bandas más influyentes de la época, entre ellos destacaron: Bon Jovi, Skid Row, Cinderella, Mötley Crüe, Gorky Park, Ozzy Osbourne y Scorpions, con la finalidad de promover la paz mundial y el combate a las drogas

[4] En 2023, el Secretario de Estado, Antony Blinken promovió, Global Music Diplomacy Initiative (Iniciativa de Diplomacia Musical Global) la cual se basa en los esfuerzos de diplomacia musical existentes y la Ley bipartidista de Promoción de la Paz, la Educación y el Intercambio Cultural (PEACE) su misión declarada es «elevar la música como una herramienta diplomática para promover la paz y la democracia y apoyar los objetivos más amplios de la política exterior de los Estados Unidos».

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Salvadoreño, 1996. Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de El Salvador. Miembro investigador de Ceinaseg. Interesado en temas políticos-jurídicos, integración, desarrollo y política exterior, especialmente en América y Asia-Pacífico.