La proliferación de la criptografía informática en el último decenio ha derivado en la creación de instrumentos financieros como las divisas digitales de bancos centrales (CBDC). La idea de adoptar las CBDC en las economías nacionales ha tenido auge de debate e investigación luego de 2020, teniendo como objetivo reemplazar al dinero en efectivo. Debido a que son programables y rastreables, estas divisas digitales conllevan un muy grave peligro para las sociedades que llegasen a adoptarlas como unidad de cambio. Con ellas, los bancos centrales serían capaces de almacenar información personal, rastrear el uso del dinero, programar la caducidad del mismo, imponer restricciones al uso de éste, e invadir la privacidad de cada ciudadano dentro del Estado, generando un nuevo nivel de totalitarismo orweliano nunca antes visto en la Historia. 

En definición, una CBDC, es un instrumento de pago digital denominado en la divisa nacional, que es directamente emitido por un banco central. A diferencia del efectivo físico, las CBDC otorgan al banco central control total sobre el dinero, lo que hace que el sistema financiero esté completamente centralizado.

Para empezar, las CBDC conllevan una centralización de información, cuyas consecuencias afectarían la estructura y función de los bancos, la seguridad de los usuarios, el almacenamiento de información de éstos, y la política monetaria de los Estados. Las CBDC cambiarían la estructura de los bancos centrales a tal punto en que los ciudadanos depositarían directamente en el banco central, reemplazando los depósitos en bancos privados, lo cual tergiversaría las macroeconomías, exponiendo la liquidez de los bancos centrales al comportamiento de los depositantes.

En cuanto a seguridad, las cuentas de los usuarios en el banco central se verían amenazadas por una vulnerabilidad sistémica, en la que todos se verían afectados. Es decir, que el banco sería más propenso a ciberataques. Además, la cantidad de datos recopilados haría que el propio banco sea objeto de supervisión, ya que las cuentas serían públicas, con todas las transacciones de los ciudadanos visibles para aquél. Esto provocaría la acumulación de grandes cantidades de información sensible, excediendo los datos recopilados por los actuales bancos comerciales promedio.

Asimismo, en los sistemas centralizados de CBDC, los nodos criptográficos y su operación están bajo el control directo del banco central, lo cual otorgaría a éste o a su personal interno la oportunidad de poder cambiar, revertir, reescribir o retrasar las transacciones maliciosamente a su voluntad. También, se podría correr muchos riesgos geopolíticos causados por el almacenamiento centralizado de datos, entre ellos la piratería y los ciberataques, porque tales datos podrían ser un objetivo de alto valor.

Acerca de política monetaria, la abolición del efectivo conferiría a los bancos centrales un nivel de control sobre la base monetaria y la oferta monetaria nunca antes visto en la Historia. Esto implicaría un control centralizado de la asignación de créditos en la economía basado sobre sesgos políticos, de tal forma que se otorgaría crédito solo a aquellos individuos o proyectos que el Estado considerase como los más dignos de recibir financiamiento por razones políticas. A esto se le llama represión financiera.

Otro rasgo de las CBDC es su rastreabilidad digital. Esto significa que, el banco central podrá rastrear dónde, cuándo, cuánto, cómo, quién y para qué se usó el dinero. La instauración de estas divisas permitiría saber la identidad del usuario en cada transacción del sistema financiero, revelaría los hábitos de gasto, ubicación espacial, y la acumulación de datos personales privados, que se volverían datos de visibilidad pública. Incluso, los usuarios extranjeros serían igualmente rastreados.

También, los detalles sobre cómo se guarda, cuánto tiempo se guarda, dónde se almacena o gasta, y a quién se transfiere el dinero estarían disponibles para terceros. Es decir, esa información estaría a disposición de cualquier institución pública o ente privado cuando lo solicite. Por ejemplo, ya que el historial de transacciones de las CBDC es completamente rastreable, estos datos podrían ser exigidos en procedimientos e investigaciones de casos bajo cualquier motivo.

El resultado de tal rastreabilidad sería una manipulación totalitarista de información privada sin precedentes en manos de los gobiernos, lo cual quebraría las libertades y derechos civiles fundamentales en cualquier sistema político democrático. Si las transacciones financieras son totalmente rastreables, los Estados podrían abusar de los datos recopilados con fines como la vigilancia política en los mercados nacionales. Estos abusos se amplificarían en regímenes autoritarios, donde los gobiernos podrían incrementar aún más la vigilancia, el control y la represión sobre la sociedad.

Por otro lado, las CBDC tienen caducidad programable. Estas divisas están diseñadas con fecha de caducidad con el fin de estimular los intercambios en la economía. Las CBDC pueden imponer límites de tiempo sobre su uso, para lo cual se fijaría una fecha de vencimiento. Esto implica una política monetaria con tasas de interés negativas, lo que propiciaría un consumo perpetuo y obligado. Tal medida, impediría la acumulación y el ahorro en las economías, lo cual aboliría uno de los fundamentos esenciales del capitalismo financiero.

De ese modo, imponer una fecha de caducidad sobre estas divisas, sin reembolsar al propietario los saldos vencidos, aumentaría el costo de poseer esos saldos, ya que prácticamente consistiría en un impuesto implícito a su propietario por no gastar los fondos antes de su vencimiento.

Por otra parte, el uso de CBDC tiene la capacidad de restringir formas de pago alternativas, quiénes pueden utilizarla, o los conceptos de gasto con ésta. De tal forma, los Estados podrían imponer políticas públicas que impongan el uso único de CBDC, luego de restringir cualquier otra forma de pago como el efectivo físico, el dinero electrónico convencional, o los cheques. 

De igual forma, las divisas digitales tienen la capacidad de restringir los productos o servicios en que pueden ser gastadas. Por ejemplo, si un gobierno impusiese políticas contra el cambio climático, se programaría a las CBDC para quedar inhabilitadas en el pago de mercancías que generan huella de carbono.   

Así, si un individuo intentase adquirir productos enlistados por el gobierno como prohibidos, los bancos centrales marcarían a esa persona como un infractor. Ejemplos de represalias: los individuos podrían ser penalizados restringiéndoseles la cantidad de CBDC en sus cuentas,  suspendiéndoseles su acceso a dinero digital, denegándoles acceso a productos y servicios penalizables, o exponiéndolos en público como en el caso de China. 

En ese mismo sentido, las cuentas de CBDC dentro de los bancos centrales también pueden programarse con límites de tenencia, tal como se ha hecho en pruebas piloto en algunos bancos centrales. Primero, el Banco Central de Uruguay, en 2017, experimentó con una CBDC (e-Peso) cuyas billeteras de los usuarios minoristas en la plataforma RedPagos podían retener un máximo de 30 mil e-Pesos, y los corporativos un máximo de 200 mil. Segundo, el Banco Central de las Bahamas, en octubre de 2020, lanzó el Proyecto Sand Dollar, un dólar bahameño digital, con límites de tenencia de 5 mil dólares para usuarios minoristas, y 8 mil dólares para los usuarios corporativos. 

Es así que, estos límites en la retención podrían ser utilizados para controlar implicaciones no deseadas en el sistema CBDC, como la acumulación de capital financiero, el ahorro con fines privados, o la compra de activos financieros fuera del sistema centralizado. También, podría dirigirse el uso del dinero en una dirección determinada, hacia proveedores, productos y servicios auspiciados y permitidos por el Estado.

En cuanto a privacidad, se debe resaltar que el anonimato es imposible con las CBDC, teniendo como muy alta probabilidad la revelación pública de identidades, datos confidenciales, o la instauración de una vigilancia gubernamental inédita en la Historia. 

Primero, estas divisas impiden el anonimato porque son pagos digitales, que generalmente son rastreables, dejando huellas digitales que permiten seguir una transacción. Segundo, todos los pagos con CBDC se graban en un libro mayor remoto que registra cada transacción con datos como hora del pago, claves de cifrado, o las direcciones de las billeteras digitales. Tercero, las regulaciones legales actuales exigen que los pagos digitales no sean anónimos, como en la normativa vigente de la Unión Europea, donde los sistemas basados en cuentas deben contar con registros que permitan establecer la identidad del titular de cada cuenta.

Así, la sensibilidad de la información recopilada por los bancos centrales puede superar la almacenada por Facebook o Amazon, por ejemplo. Entre estos datos se hallaría salarios, comportamientos de compra, o transacciones de figuras públicas. Por tanto, esta es otra razón por la que los bancos centrales pueden convertirse en blanco de ciberataques, los cuales socavarían la confianza en el sistema y podrían crear la demanda de anonimato que el sistema basado en CBDC ya no proveería.

Dada la centralización de las CBDC, las identidades de los usuarios y sus trayectorias transaccionales deberán ser registradas en los bancos centrales. Ya que los dispositivos de los usuarios estarían enlazados directamente con el banco a través de las cuentas digitales, el intercambio de información entre los primeros y el segundo permitiría develar la identidad de los consumidores cuando los dispositivos estén en línea. A la vez, al conectarse al banco central, estos revelarían si se han gastado los fondos y dónde, siendo un sistema invasivo sobre la privacidad individual.

Incluso con protecciones para garantizar la confidencialidad, cualquier banco central querría mantener un registro verificable de transacciones para garantizar que su divisa se use solo legítimamente. Ergo, una CBDC plantea el riesgo de destruir cualquier vestigio de anonimato y privacidad en las transacciones comerciales.

Además, se presenta el riesgo de que al tener acceso directo a las cuentas del banco central, los intermediarios financieros puedan obtener mayores cantidades de datos personales. Entonces, la privacidad y la protección de datos de los consumidores se verían doblemente vulnerada por terceros, dando oportunidad a éstos de encontrar patrones de compra y medir las conductas sociales. Dado esto, es posible que los intermediarios se vean obligados por agencias estatales a compartir los datos en su poder durante investigaciones por corrupción, lavado de dinero o terrorismo. De manera contradictoria, esto podría desalentar el uso de CBDC en la población, mientras que provocaría la búsqueda de dinero en efectivo.   

Asimismo, si el código fuente de un sistema CBDC es demasiado cerrado, será muy difícil  verificar el nivel de información privada que recopilan y utilizan los bancos centrales. Esto daría margen a los bancos para todo tipo de infracciones de privacidad, cuyo resultado podría derivar en un aparato de vigilancia financiera estatal que dotaría al Estado de un sistema monetario orweliano, en el que cualquier agencia gubernamental tendría capacidades de control absolutas, con facultades para restringir, censurar y excluir del sistema financiero a los usuarios disidentes. Podría llegar a recopilarse tanta información al punto de crearse un expediente financiero digital de cada ciudadano. Como caso ilustrativo, puede citarse el sistema de puntaje social chino en el que se cuantifica, penaliza o premia los comportamientos de cada individuo. 

Así, el acceso de los gobiernos a datos puntuales de pago erosionaría el valor intrínseco de la privacidad, causando daños a las libertades civiles a largo plazo. A cambio de todos los beneficios que fueren ofrecidos por las CBDC, los ciudadanos tendrían que renunciar a su privacidad inherente, cuyo potencial riesgo sería encontrarse bajo un régimen con poderes totalitaristas y bajo los caprichos del Estado. 

Un primer ejemplo de estas transgresiones es el estado de emergencia declarado en Canadá por el gobierno de Justin Trudeau, en febrero de 2022, para reprimir las protestas contra las restricciones por covid-19. El gobierno emitió un decreto de medidas económicas de emergencia con el cual se autorizaba congelar las cuentas bancarias de los manifestantes y de sus donantes sin seguir ningún procedimiento judicial. Segundo, se encuentra el caso en Francia, durante 2020, donde muy buena parte de las transacciones con tarjeta en el interior del país eran monitoreadas para rastrear la distancia recorrida por las personas durante los confinamientos en la pandemia.

Cabe destacar que, la crisis del covid-19 propagó sistemas que desbaratan e invaden la privacidad, como las CBDC. Por todo lo anterior, estas divisas digitales pueden asociarse a cuatro pérdidas específicas de privacidad: pérdida de anonimato, pérdida de libertad, pérdida de control individual, y pérdida de control regulatorio.

En conclusión, primero, las CBDC producen una centralización de información que alteraría la estructura y función de los bancos, la seguridad de los usuarios, el almacenamiento de información de éstos, y la política monetaria de los Estados. Segundo, la rastreabilidad de las CBDC develaría dónde, cuándo, cuánto, cómo, quién y para qué se usó el dinero, lo cual instauraría un totalitarismo orweliano sin parangón sobre las sociedades. 

Tercero, la caducidad programada de estas divisas impediría la acumulación de patrimonio, pero fomentaría el consumismo. Cuarto, las CBDC pueden eliminar formas de pago alternativas, penalizar a usuarios por sus conductas, o restringir en qué se puede gastarlas. Quinto, la privacidad es imposible con las CBDC porque se revela identidades, datos confidenciales, cuya consecuencia más probable es la imposición de una vigilancia estatal totalitaria. 


El autor es el único responsable de las opiniones expresadas en este artículo y la organización no necesariamente comparte dichas opiniones.


Referencias

  • Investigaciones académicas periódicas

Bilotta, N., Botti F. (2021). The (near) future of central bank digital currencies. Global Politics and Security, 1(7). Peter Lang

Kahn, C. M., et al. (2021). Best before? Expiring central bank digital currency and loss recovery. Bank of Canada, 1(67)

Ozturkcan S. et al. (2022). Framing the Central Bank Digital Currency (CBDC) revolution, 1(67)

Rennie, E., Steele, S. (2021). Privacy and Emergency Payments in a Pandemic: How to Think about Privacy and a Central Bank Digital Currency. Law, technology and humans, 3(1)

Ulrich, F., et al. (2022). The Curse of Central Bank Digital Cash. Journal of New Finance, 2(4)

  • Investigaciones no periódicas en Internet

Armelius, H., et al. (2021). On the possibility of a cash-like CBDC. https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=3834290

Nabben, K. (2021). A Provocation on Privacy & Ethics in Blockchain-Based Systems: An Invitation. SSRN. https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=3834290

Nepal Rastra Bank. (2022). Central Bank Digital Currency (CBDC): identifying appropriate policy goals and design for Nepal. https://www.nrb.org.np/contents/uploads/2022/10/CBDC-for-Nepal.pdf

Schilling, L. M. (2019). Risks involved with CBDCs: On Cash, Privacy, and Information Centralization. SSRN. https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=3479035

Prasad, E. (2022). A new era for money. Fondo Monetario Internacional

  • Sitios en línea

Donnelly, D. (2023). 

China Social Credit System Explained – What is it & How Does it Work? Horizons. https://nhglobalpartners.com/china-social-credit-system-explained/

Compartir
Salvadoreño. Licenciado en Relaciones Internacionales de la Universidad de El Salvador. Investigador de Derecho Internacional, economía internacional, política internacional, y geopolítica. Especialista en criptoactivos, finanzas descentralizadas, instrumentos financieros, tecnologías de capa distribuida, y cadenas de bloques.