Nos preguntábamos cuando pequeños por qué una parte del mapa que pintábamos en la escuela tenía unas rayas y unas letras que decían “Zona en reclamación” pero no fue sino hasta que estuvimos más grandes cuando realmente entendimos a qué hacía referencia ese extraño escrito en nuestro mapa que no estaba en los otros que conocíamos.

Venezuela lleva muchos años a la espera del reconocimiento de un territorio que históricamente le pertenece pero que no ha sabido defender. La historia de todo esto se remonta a cuando ni siquiera éramos un país independiente, por el contrario, pertenecíamos a la Corona española. Nuestra posesión del Esequibo se fundamenta en las Reales Cédulas de la época colonial y en el principio del Utis possidetis Uris, que no es más que la garantía de conservar los territorios que se poseían bajo el dominio español luego de las guerras de independencia, cuestión que también se aplicó en el resto de las repúblicas independientes de Suramérica.  

La frontera de lo que fue La Gran Colombia estaba demarcada por el río Esequibo y esto fue reconocido sin objeciones hasta 1835, cuando ya Venezuela estaba independizada y reconocida por la Gran Bretaña como país independiente, -quien además, fue uno de los principales colaboradores en la independencia venezolana- Buttó, (Luis; Briceño, Claudio; Olivar, José, 2016). Los ingleses, quienes estaban en posesión de la Guayana británica, designaron al geógrafo prusiano, Robert Schomburgk, para que realizara la demarcación de los límites de forma unilateral, lo que generó discordia y varias mesas de negociación. Con el paso de los años, Venezuela es sometida a firmar el Tratado de Arbitramiento de 1897, que sentó las bases del procedimiento arbitral que culminaría con el Laudo de París de 1899.

Antes de realizar otras consideraciones, es importante dejar en claro que la representación de Venezuela dependió de los Estados Unidos, amparado por la Doctrina Monroe – “América para los americanos”, por la cual USA expandía su influencia en la región-. Venezuela se encontraba en desventaja evidente, primero, por ser un país recién independizado con una debilidad institucional, revueltas internas y dependencia del comercio con la Gran Bretaña y otras naciones, aunado a la no calificada representación para los procesos previos de negociación.

Como era de esperarse, el Laudo de París determinó un resultado desfavorable para Venezuela, quien se vio obligada a reconocer la pérdida de 156.000km2 de su territorio como consecuencia de ser una nación vulnerable, débil e incapaz de afrontar a un actor como la Gran Bretaña. (Dávila, 2020). Sin duda alguna, un golpe al sentimiento nacional y una jugada más de las pretensiones de las potencias dentro de la repartición colonial.

 Los años pasaron y el problema del Esequibo seguía sin ser un punto importante de la agenda nacional. No fue sino hasta 1962, en las gestiones del presidente Rómulo Betancourt, cuando el tema vuelve a salir a la palestra en denuncia del Laudo de 1899, pues la Guayana inglesa estaba próxima a independizarse y la doctrina comunista que se avizoraba para ella podía representar una amenaza para la región. Ante la ONU en 1962, se alegó (1) ausencia de Motivación en la decisión arbitral, (2) ultra petita -exceso de poder-, (3) la coacción hacia los jueces por parte del presidente del tribunal, (5) la mala fe con la que actuó el Reino Unido, contraria al Derecho Internacional, (6) la presentación de mapas adulterados, (7) y que Venezuela fue informada luego de generarse la decisión final. Esto devino en la firma del Acuerdo de Ginebra en 1966, que invalida el Laudo de París de 1899, por ser nulo e írrito. (Revanales, 2021)

Representaba ésta una victoria diplomática para Venezuela que debía aprovecharse muy bien. Este acuerdo estipulaba el arreglo de la controversia por la vía práctica, de manera mutua y amistosa, a través de la designación de una Comisión Mixta durante un plazo de 04 años; vencido el período, ambos gobiernos de Venezuela y la ahora independiente República Cooperativa de Guyana, debían apegarse al artículo 33 de la Carta de la ONU, la cual contempla los mecanismos de solución pacífica de controversias: la negociación, investigación, mediación, conciliación, arbitraje, arreglo judicial, el recurso a organismos o acuerdos regionales u otros medios pacíficos.

No obstante, el acuerdo no arrojó resultados satisfactorios entre las partes, quienes además, ya tenían una relación bilateral bastante debilitada que reflejaba no solo el conflicto fronterizo sino conflictos diversos y tensiones entre ambos. (Dávila, op.cit). Ha de reconocerse que Venezuela no contemplaba una estrategia sólida que pudiera hacerle frente a esta reclamación y como muestra de ello, ambos firmaron el Protocolo de Puerto España de 1970, con el cual se paralizan las negociaciones por 12 años.

Ahora, ¿cómo justificamos esto si Venezuela es quien impulsa el Acuerdo de Ginebra? Aunque se lea duro, para este momento el presidente Rafael Caldera estaba más enfocado en tener una política exterior amistosa que le permitiera estrechar lazos con los países del Caribe para desenmascarar la propaganda guyanesa hacia Venezuela como un ‘país imperialista y agresor’. Este es, posiblemente, uno de los más grandes errores que entorpecieron el proceso de reclamación en la que Venezuela llevaba la bandera y se encontraba en un juego de suma cero a la luz de la Teoría de Juegos. Venezuela no solo paraliza las negociaciones sino que tampoco tiene éxito en el trabajo diplomático y político. Sin duda, un retroceso en la victoria alcanzada hace apenas  unos 04 años.

Si luego evaluamos la gestión del presidente Hugo Chávez con respecto a este tema, claramente visibilizamos un viraje en la política exterior, ya que si antes el tema del Esequibo no representaba un tema clave en la agenda nacional, con la llegada de Chávez se suaviza aún más el reclamo, pues en pocas palabras lo que se buscaba era el apoyo de los países de la CARICOM para Venezuela fortalecerse ante la OEA, además de la influencia cubana -claro está-, que apoyaba abiertamente a Guyana. Incluso, Chávez llegó a afirmar en su momento que la reactivación de la reclamación en 1962 fungió producto de la presión de USA para desestabilizar y crear una campaña de odio y acoso para invadir Guyana por ser un gobierno de izquierda. Declaraciones irresponsables para un Jefe de Estado que desconoció el reclamo histórico de Venezuela.

La realidad es que desde la firma del Acuerdo de Ginebra y luego de la paralización de las negociaciones, Venezuela y Guyana se pasearon por los distintos métodos de solución pacífica de controversias que dicta el artículo 33 de la Carta de la ONU, sin éxito. De hecho, desde la firma del Acuerdo, Guyana no veló por una solución práctica ni satisfactoria, pues el escenario que se le torna más favorable es el de acudir a la Corte Internacional de Justicia, cuestión que consigue con el aval del Secretario General de las Naciones Unidas, a través del cual se entrega solicitud formal. Todo sin la aprobación de Venezuela.

¿Qué sucedió?

Analizando la historia nacional nos damos cuenta de que Venezuela, desde su independencia, estuvo sumida en períodos de inestabilidad y guerras internas, y las fuerzas políticas en su mayoría se limitaron a emitir notas de protesta pero no acciones concretas, y además hubo muchos períodos silentes. Escuchamos una voz con la llegada de la democracia con Rómulo Betancourt en el período entre 1958-1964, donde se impulsó un sentimiento nacionalista para la reclamación pero con el tiempo, perdió fuerza y se disipó. Adicionalmente, con la llegada de la Revolución Bolivariana, la posición fue más bien hasta entreguista. Un completo retroceso a nuestra reclamación.

La respuesta de Chávez y de Nicolás Maduro no parece ser más que la renuncia a sus legítimos derechos sobre el territorio, si nos apegamos a la doctrina del Stoppel[1] del derecho internacional, con la cual la no protesta supone entonces una aceptación.

Por el contrario, Guyana sí ha posicionado el tema del Esequibo como prioridad en su agenda de Estado y ha logrado desarrollar una identidad y sentimiento nacional para con los guyaneses, así como la ocupación del territorio. Guyana se aprovecha de la debilidad institucional del Estado venezolano y se fortalece; cuenta con buena representación ante la Corte Internacional de Justicia y se ha preparado para este escenario desde el inicio de su historia, alegando el agotamiento de los medios de solución pacífica.

¿Qué hizo mal Venezuela? En síntesis, no desarrolló en sus ciudadanos el sentimiento de pertenencia, de identidad nacional, no naturalizó a sus ciudadanos en el Esequibo; y por sobre todo, nunca fue un tema de Estado; no encaminó su política exterior en defensa del Esequibo, por el contrario, con el presidente Chávez se hizo a un lado y permitió el otorgamiento de concesiones petroleras a cambio de nuevos aliados y de la expansión del Socialismo del siglo XXI que tanto daño nos ha hecho en Venezuela y en la región.

Escenario actual

La Corte Internacional de Justicia reconoció su jurisdicción en el caso y ya ha iniciado su curso. A esto hay varias consideraciones.

En primer lugar, Venezuela no reconoce la jurisdicción de la Corte en el caso y ésta ha sido una posición firme en el tiempo. Como segundo punto, es falso que se agotaron todos los medios de solución pacífica de controversia que contempla el artículo 33 de la Carta de la ONU si esto solo es considerado por una de las partes; tercero, remitir la controversia al arreglo judicial es contrario al espíritu del Acuerdo de Ginebra que busca una solución práctica, amistosa y aceptada por ambos países (lo judicial no supone un arreglo práctico ni mucho menos, amistoso); es decir, el mismo Acuerdo deja implícito en su escrito que no se trata de una controversia de carácter legal sino práctica.

Llegar hasta este punto luego de conseguir la reapertura del caso de la disputa territorial por el Esequibo es, sin lugar a dudas, una derrota histórica para la posición nacional de nuestro país. Es evidente y público que Venezuela ha mantenido una postura firme en cuanto al no reconocimiento de la jurisdicción de la Corte y a su negativa de participación en el proceso, lo que supone una posición coherente partiendo de que no hay reconocimiento. Sin embargo, la otra cara de la moneda es que no hemos sido partícipes de nuestros argumentos ante la Corte y ese es un proceso que seguirá su curso con o sin Venezuela, por lo tanto, no existe justificación alguna para no comparecer en todas las fases de un proceso que ya inició y del que no hay vuelta atrás.

No se puede abandonar nuestra historia por la negligencia de nuestros representantes. Si se toma la decisión de no participar, entonces habría que hacer un enorme trabajo diplomático en foros internacionales y otros espacios, que permitan a Venezuela demostrar la nulidad del laudo de 1899, y recuperar el apoyo en el caso de los países miembros de la OEA, por ejemplo. No asistir pero tampoco hacer el trabajo puede generar consecuencias muy negativas.

Hoy más que nunca es imprescindible difundir este tema y generar ideas. Es necesario que en medio de toda la coyuntura que atravesamos como país, se convoque a los ciudadanos, se generen consultas, se contraten expertos en litigio internacional y se posicione el tema del Esequibo realmente como un tema de Estado.

Los retos que enfrenta y exige la República son cada vez mayores y el camino más angosto, pero el costo de la inacción es caro. Nos desintegran de lo que somos. Los próximos meses son decisivos en esta fase y los venezolanos esperamos acciones de nuestros representantes; de lo contrario, la historia los demandará.


Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente la organización comparte lo expresado.


Referencias bibliográficas

Buttó, Luis; Briceño, Claudio; Olivar, José (2016). La cuestión Esequibo. Memoria y soberanía. Caracas Venezuela. Universidad Metropolitana.

Dávila, Williams (2020). Libro Blanco: La reclamación venezolana del territorio Esequibo / The claim of the Esequibo Territory. Panamá, República de Panamá. Editorial Jurídica venezolana Internacional

Revanales, J. Gerson (2021). Venezuela, la débil jurídica, política y diplomática en el Esequibo. Editorial Académica Española.


[1]De acuerdo con la Base de Datos Terminológicos y Multilingües de las Naciones Unidas, se define el principio del Stoppel como una norma legal y/o testifical mediante la cual una parte induce a la otra -con su conducta o con su silencio-, a actuar de determinada manera sin poderse negar lo dicho o hecho anteriormente, si eso acarrea consecuencias jurídicas de su aseveración que le son desfavorables. En términos prácticos a este caso particular, las constantes declaraciones del presidente Hugo Chávez y de su sucesor, Nicolás Maduro, dan a entender en repetidas ocasiones que se abandona la reclamación territorial en pro de la fraternidad de dos países de tinte socialista, cuestión que Guyana ha sabido aprovechar muy bien.

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