El Soft Power es una estrategia y enfoque de las relaciones internacionales centrada en la persuación, un acercamiento comúnmente basado en el uso de la influencia cultural o económica sobre el país objetivo de la relación. Este concepto fue desarrollado más ampliamente por el experto en política Joseph Nye (1990), donde exponía las estrategias de interacción, influencia y persuación política desde otros ámbitos, concretamente en el contexto de la Guerra Fría, muy a la par de otros enfoques relacionados de la economía o carrera armamentística.
El concepto puede entenderse fácilmente al situar las características, rasgos o tradiciones que un país utiliza, al menos en el ámbito cultural, y le otorgan prestigio, reconocimiento o generan una interacción positiva sobre otros países o sociedades. Precisamente, Estados Unidos ha sabido hacer uso de este tipo de acercamientos con marcas comerciales, CocaCola, o con marcas tecnológicas, Apple o Microsoft, marcando una imagen que se usa como estandarte a la hora de crear la imagen del país frente a terceros.
Japón es un país muy rico en su bagaje cultural, identitario e histórico. Siendo un increíble ejemplo del balance entre tradición y desarrollo. El país archipiélago ha sido muy asertivo a la hora de explotar el potencial de su producción cultural, en este caso el manga y el anime, para generar o fortalecer sus relaciones con el resto del mundo (Chort, 2019). Esta política no es nueva, sino que pude identificarse más como una estrategia cultural de la política exterior adaptada desde una reorientación hacia la cooperación o interacción, mas que al militarismo con el que el Estado de Japón estuvo caracterizado durante la primera mitad del siglo XX.
Según Analia Loreno (2016), el manganime comenzó a ser un género y producción cultural cada vez más conocido, con una visible expansión desde la década de los 80; aunque el tipo de literatura de historietas semejante al comic occidental ya tenía bases desde hacia décadas. Con la expansión de la televisión, era común poder identificar varios animes (la animación audiovisual del manga, de ahí su nombre) en diferentes canales de entretenimiento o animación. Durante los años 90’s series como “Los caballeros del Zodiaco”, “Seinto Seiya”, “Akira” o “Dragonball Z” se popularizaron globalmente, con considerable audiencia en el mundo de habla hispana latinoamericana o en la sociedad estadounidense.
Papel en las relaciones internacionales
Una primera aproximación al rol que juegan este tipo de producciones, características de una sociedad con respecto a su relación el resto, puede entenderse como “diplomacia cultural”, entendido como las prácticas diplomáticas aplicadas al ámbito de la cultura y diferentes actores sociales (Amorós, 2016, p. 6).
No obstante, el aproximarnos a todo el repertorio de acercamientos y dispositivos de producción cultural que ha desarrollado Japón para destacar publicamente es una tarea un tanto descabellada. Por eso autores como Marina Amorós (2016) plantean situar el manganime como una de las representaciones culturales utilizadas políticamente en el marco de la “diplomacia pop” de Japón.
Otro análisis interesante es ofrecido por Florencia Chort (2019) al analizar la estrategia desarrollada por el Ministerio de Economí, Industria y Comercio japonés denominada “cool Japan”. Aunque el calificativo vino irónicamente desde el exterior, Japón supo aprovecharlo como un enfoque de su activida cultural y política exterior. La dinámica se centra en posicionar a Japón como una “superpotencia cultural”, que no solo se limitaba al manganime sino también a los videojuegos, la música pop o la tecnología. Al respecto, podría ser interesante observar la existencia de una estrategia similar en espacios igual de internacionalizados como la música y la moda, como es el caso de las Idols o la competencia con el K-Pop surcoreano.
Según Dani Madrid y Guillermo Martínez (s. f) este fenómeno ha cobrado especial impulso en las últimas décadas como parte de un aumento de la producción de contenido por parte de las industrias culturales japonesas, cuya audiencia más abundante son los jóvenes. Esto formando parte otro fenómeno más amplio que permite situar el aumento de consumo de este contenido con un proceso de “hibridación” de la cultura urbana occidental y la cultura popular japonesa, véase el ejemplo de “Doraemon” y “Pokemón”.
Para Analia Lorena (2014) la representación de lo otaku, funciona como una respuesta, un sentido de pertenencia y conducta de consumo aplicadas al manganime desde la audiencia no solo nipona sino globa. Esta creación de estereotipos y códigos de interacción y representación pueden ser entendidos desde el soft power como toda una estrategia de producción y consumo de contenido que marcan, cuanto menos, un posicionamiento destacado “de lo japonés” independientemente se valore mejor o peor.
De la misma forma, no solo se pueden abordar el fenómeno expansionista del manganime desde la política exterior, sino como un elemento de interés en el ámbito doméstico, siendo parte de una estrategia de propaganda y reorientación del discurso público hacia un Japón menos rígido y cerrado, a uno que abraza la globalización e incentiva la innovación y el emprendimiento juvenil, sin perder sus rasgos característicos (Chort, 2019, p. 19). Esto además puede ser un arma de doble filo en otras áreas como los estudios linguísticos y literatura, donde podemos encontrar una mayor apreciación del idioma gracias al manganime pero a su vez teniendo que hacer frente al cambio constante y volátil de los referentes más actualizados del momento (Leheny, 2015).
En definitiva, podemos encontrar dentro del manganime un universo cultural que puede ayudarnos a entender como se ve Japón a si mismo y como quiere que lo perciba el mundo. La continuidad de narrativas entre lo tradicional, lo moral y lo contemporáneo del manganime es una muestra de esta doble mirada internacional (véase las representaciones de Naruto o Boku no Hero por ejemplo). A su vez, desde fuera, puede verse al manganime como un instrumento, o bien de producción cultural doméstica, o bien como una increíble herramienta de representación audiovisual y cultural con la cual Japón, orgullosamente, quiere que le reconozcan y debería ser ampliamente estudiado. Si aun se tienen dudas, véase las representaciones nacionales a estilo manganime que se realizaron para los últimos juegos olímpicos:
Por Lic. Juan Andres Gascon, voluntario de Ceinaseg