Resumen

La principal característica del mundo actual, carente de régimen, es que todos los segmentos o niveles de las relaciones internacionales se encuentran atravesados por crisis. De todos ellos, sin duda, el segmento relativo con las armas de exterminio masivo es el más importante e inquietante. El retiro de los poderes preeminentes de los tratados es de por sí alarmante, pero lo verdaderamente preocupante es la duda que trae aparejado dicho abandono, esto es, la posibilidad de que se esté saliendo del equilibrio nuclear, una situación desconocida y de consecuencias impredecibles.

Palabras Claves: Tratado INF, Estados Unidos, Rusia, Armas de Exterminio Masivo, Equilibrio Nuclear.


 

Finalmente, Estados Unidos se retiró del tratado INF (Intermediate-Range Nuclear Forces), uno de los acuerdos estratégicos más importantes alcanzados entre Estados Unidos y la Unión Soviética en tiempos ya tardíos de la Guerra Fría (1987). Dicho acuerdo eliminaba toda una categoría de armas nucleares de mediano alcance, esto es, entre 500 y 5.500 kilómetros con base terrestre, quedando exceptuados aquellos lanzados desde aire y mar.

Si bien cualquier acuerdo de destrucción de armas letales siempre implicó retrasar el reloj de la pesadilla atómica, el tratado INF representó un alivio estratégico como bien nos recuerda Lori E. Murray, estos sistemas de armas se consideraban particularmente desestabilizadores porque los misiles podían alcanzar sus blancos en diez minutos, un lapso que restringía al límite los tiempos de advertencias y toma de decisiones y, en consecuencia, elevaba el espectro del error de cálculo (Murray, 2019).

El tratado INF puede considerarse que fue un éxito en cuanto a su cumplimiento: a principios de los años noventa prácticamente se habían destruido casi 2.700 misiles. Asimismo, el acuerdo habilitaba a las partes a realizar inspecciones en las instalaciones militares, hecho que proporcionaba confianza y coadyuvaba a mantener la “cultura estratégica”, es decir, no sentirse ambos tentados a realizar “fugas hacia delante” con el fin de obtener la victoria total de uno sobre el otro tras un primer golpe.

Estados Unidos estuvo en condiciones de hacerlo entre 1945 y 1949, cuando fue la única superpotencia nuclear del globo: si durante esos años de supremacía nuclear total hubiera atacado a la URSS, habría terminado con ella. A partir del momento que este último país alcanzó el activo militar mayor, el mundo fue ingresando en una etapa de equilibrio atómico basado en lo que se conoció como “mutua destrucción asegurada” (en sus siglas en inglés, e irónicamente, “MAD”).

Durante los años sesenta, las dos potencias se embarcaron en el desarrollo de sistemas antimisilísticos, al punto de amenazar con abrir una fisura en el mismo balance estratégico, pues si levantaban tantas defensas se ponía en riesgo el equilibrio nuclear; ello las llevo a firmar el Tratado de Antimisiles Balísticos (ABM), de 1972, un logro fundamental entre Washington y Moscú. Durante esta década de distensión también se alcanzaron los célebres tratados sobre limitación de armas estratégicas (SALT I y SALT II).

Jimmy Carter y Leonid Brezhnev firman el Tratado sobre Limitación de Armas Estratégicas II en Viena.

Bill, P. (1979). “Carter y Brezhnev firmando el acuerdo SALT II” Recuperado de: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Carter_Brezhnev_sign_SALT_II.jpg

El final de la distensión y el reingreso del mundo a la tensión bipolar hacia fines de los años ochenta erosionó estos acuerdos. La Iniciativa de Defensa Estratégica en tiempos de Reagan (aunque iniciada hacia el final de la presidencia de Carter), afectó entonces el ABM y los trabajosos SALT fueron abandonados.

Sin embargo, casi cuando finalizaba la contienda bipolar se alcanzó un nuevo pacto sobre reducción de armas estratégicas (vehículos y cabezas nucleares), el START, al que siguió en los años noventa el START II. La demora de Rusia en ratificarlo debido a la ampliación de la OTAN y las intervenciones en Kosovo e Irak, hizo que se debilitara el compromiso con estos marcos estratégicos. En 2002, la firma de un acuerdo sobre sistemas ofensivos (SORT, también conocido como Tratado de Moscú) fue un intento por continuar la línea START, pero las reservas de las partes sobre el mismo lo dejaron sin sustento.

No obstante, en 2010 las dos principales potencias nucleares firmaron en Praga el START III o Nuevo START. En vigor desde 2011, con vencimiento en 2021 y prorrogable por cinco años, el propósito de este tratado, el último de escala firmado por los dos poderes mayores, es reducir significativamente los misiles desplegados (a 700), las ojivas (a 1.550) y los vehículos correspondientes (a 800).

Esta “bolsa” de acuerdos entre los dos actores preeminentes en el segmento central y crítico de la seguridad internacional, el de las armas de exterminio masivo, implica un compromiso con el sostenimiento del equilibrio nuclear. Es verdad que hubo situaciones de reluctancia al momento de ratificar tratados y hubo hechos que alejaron a ambos de dichos marcos. Pero nunca se perdió la   sensatez estratégica, es decir, ninguno apostó a la unipolaridad nuclear, ni siquiera cuando Estados Unidos se convirtió en aquella “superpotencia solitaria” a la que se refirió Samuel Huntington: porque en estado de debilidad prácticamente sin precedentes, durante los años noventa, Rusia continuó siendo una “superpotencia nuclear”. Más todavía, a nadie en el mundo le resultaba tranquilizador cuando se desintegró la URSS que armas nucleares se hallaran dispersas por ex repúblicas soviéticas.

El retiro de Estados Unidos del ABM en 2002 fue el primer impacto que sufrió el equilibrio nuclear. La consecuencia (buscada, claro) fue el inicio de la implementación del sistema global de defensa antimisiles por parte de Estados Unidos.

El otro impacto no fue nuclear, sino geopolítico-militar: la ampliación casi irrestricta de la OTAN habilitaba a Rusia a considerar medidas de contrabalanceo, por caso, despliegue de misiles de rango intermedio. Fue precisamente esta situación (entra otras) de la que se valió Estados Unidos para anunciar su retiro del INF (según Washington, el misil ruso Novator 9M729, SSC-8, en orden con la clasificación de la Alianza Atlántica, violaba el tratado).

En estos términos, podría darse una situación parecida a los años sesenta, pero con consecuencias diferentes. Entonces, como se dijo, las dos potencias se embarcaron en el desarrollo de sistemas antimisiles con el fin de volverse invulnerables. Pero el riesgo de este sistema de defensa nacional era ni más ni menos la ruptura del equilibrio nuclear internacional.

Hoy, ambos actores no solo se encuentran desarrollando sistemas cada vez más sofisticados de defensa atómica, sino que a la vez están embarcados en mejorar sensiblemente sus capacidades estratégicas ofensivas. En estos términos, ¿hay sitio para el balance o equilibrio nuclear?

El reciente retiro de Estados Unidos del tratado INF (anunciado en 2018) deja a este país habilitado para volver a desarrollar y desplegar una nueva categoría de armas de rango intermedio en cualquier lugar del mundo, aunque el teatro casi indiscutible sería una vez más Europa. Se volvería a dar una situación similar a los años setenta y ochenta cuando, en respuesta al despliegue de los SS-20 soviéticos, Estados Unidos estableció en el continente sus misiles Pershing y Cruise (los denominados “euromisiles”).

Pero entonces predominaban en Europa las esferas de influencia, es decir, una suerte de equilibrio geopolítico. Actualmente, existe una situación basada en la “geopolítica de uno” que coloca a Rusia ante un escenario de alto riesgo, pues la OTAN no se encuentra al oeste de Europa, centro-oriental, sino en el inmediato oeste del territorio ruso, una situación nunca antes vista. Eventualmente, si se desplegaran misiles de alcance intermedio en el Mar Báltico (“un lago de la OTAN”) y desde allí fueran disparados hacia algún objetivo ruso, el escasísimo tiempo de vuelo del mortífero misil anularía cualquier sistema de defensa, por tanto, la retaliación (si llegara a ser posible) sería inicialmente sobre objetivos muy cercanos.

Por otra parte, el abandono del Tratado INF podría tener correlato en el segmento de las armas estratégicas de rango mayor o intercontinentales. Algo de esto ha anunciado el Consejero de Seguridad Nacional John Bolton, cuando sostuvo recientemente que: “es poco probable que el nuevo START sea renovado cuando se cumpla su vigencia” (2019).

El abandono del Tratado INF pone en riesgo el equilibrio nuclear del Sistema Internacional.

Forbes Staff. (2019) “Putin se dice listo para una crisis de misiles similar a la cubana su EU la desea” Recuperado de: https://www.forbes.com.mx/estamos-listos-para-afrontar-una-nueva-crisis-de-misiles-con-eu-putin/

Es cierto que el número de cabezas atómicas ha disminuido significativamente, pero no es menos cierto que, como advierte Alex Wellerstein, los nuevos desarrollos misilísticos incluyen “superfusiones”, es decir, mejoras que aumentan sensiblemente su precisión. “La lógica dice que mientras más precisión se tenga, menos armas serán necesarias para apuntar a un objetivo dado, lo que permite hacer más con menos” (Wellerstein, 2019). En algunos casos, en materia de “misiles indetenibles” por los sistemas defensivos, como el misil ruso Avangard, se trata de viejos proyectos que hoy se han llevado a cabo o revitalizado.

Entonces, estamos ante una situación inquietante: sin marcos regulatorios internacionales en materia de defensas antimisilísticas, bajo rehabilitación de los Estados nucleares preeminentes en materia de armas terrestres de alcance intermedio hasta hace poco prohibidas, y con panorama incierto en cuanto al último de los tratados que limita los complejos estratégicos intercontinentales. Todo ello en un contexto de crisis con características cada vez más irreductibles entre Estados Unidos y Rusia.

En estos términos, el mundo se podría encontrar “ad portas” de un terreno hasta ahora desconocido: relaciones entre Estados en un mundo carente de régimen internacional y en situación de ambiguo equilibrio nuclear. Sin duda, el peor de los mundos.

Pero la situación no sería completa si no incluimos las “otras realidades” que tienen lugar en el segmento nuclear. Hace tiempo que el Tratado de No Proliferación se ha desfondado, pues sus miembros nucleares legales no solo no marcharon hacia la desnuclearización (algo impensable), sino que son los que hacen fracasar en la ONU todas las iniciativas de los “no nucleares” tendientes a realizar conferencias que establezcan compromisos. En esta situación juegan también su papel los “Estados no nucleares-nucleares” de Europa, es decir, los que concentran en sus territorios artefactos de los Estados Unidos.

Asimismo, el “lote” de Estados con armas nucleares por fuera del TNP se ha ampliado y no se descarta que la lista vaya a extenderse. Porque resulta claro que, en un mundo incierto, la posesión del arma nuclear provee prácticamente la “autoayuda absoluta” e incrementa sensiblemente el grado de deferencia por parte de los demás actores poderosos.

Por último, nunca hubo un INF para los actores ascendentes, sobre todo para Irán, India, Corea del Norte y China, este último como Estado oriental que no solo ha incrementado el número de sus ojivas estratégicas, sino que ha desarrollado un preocupante número de complejos de rango intermedio.

En breve, todos los segmentos de las relaciones internacionales se encuentran atravesados por crisis. Pero el segmento relativo con el “factor nuclear”, que incluye armas y también complejos atómicos, es central, crítico y, eventualmente, terminal; tal como lo demostró la catástrofe de Chernobyl: “el átomo militar y el de uso pacífico son hermanos gemelos” (Alexiévich, 2019: 47).

Porque todo lo que ocurre en él nos dejará siempre ante dos únicas situaciones: en el menos peor de los casos, ante una supervivencia frágil, pero supervivencia al fin, algo a lo que nos hemos acostumbrado desde 1945; en el peor de los casos, ante una muerte instantánea o una muerte paulatina, algo que la inmensa mayoría del mundo desconoce (excepto las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki), aunque tal vez se puede llegar a intuir.

 


Referencias bibliográficas

Alexiévich, Svetlana, Voces de Chernobyl. Crónica del futuro, Debate, Buenos Aires, 2019.

Murray, Lori E. “What the INF Treaty’s Collapse Means for Nuclear Proliferation”, Council on Foreign Relations, August 1, 2019. Disponible en: https://www.cfr.org/in-brief/what-inf-treatys-collapse-means-nuclear-proliferation

Wellerstein, Alex, “America’s nuclears-weapons policy isn’t what you think-it’s much worse”, Quartz, August 6, 2019. Disponible en: https://qz.com/1680411/us-and-russia-are-starting-another-nuclear-war/

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Argentino. Doctor (summa cum Laude) en Relaciones Internacionales. Profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (República de Argentina). Posgrado en Control y Gestión de Políticas Públicas. Profesor Titular de Geopolítica en la Escuela Superior de Guerra Aérea. Ex profesor en la UBA. Fue Director del Ciclo Eurasia en la Universidad Abierta Interamericana. Ex-Director del medio Equilibrium Global. Columnista y colaborador en revistas especializadas nacionales e internacionales. Autor de numerosos libros donde predominan cuestiones sobre geopolítica y sobre Rusia. Su último libro se titula El descenso de la política mundial en el siglo XXI. Cápsulas estratégicas y geopolíticas para sobrellevar la incertidumbre, editado por Almaluz, Buenos Aires, 2023.