Hacia la segunda vuelta: el “fenómeno Milei” en la relación entre populismo y democracia en la Argentina
La intensidad del primer encuentro
El domingo 22 de octubre, ante un contexto de incertidumbre y galopantes contingencias económicas, se celebró en la República Argentina lo que correspondía a la primera vuelta de las elecciones generales. En esta compitieron distintas fórmulas por la ocupación del Poder Ejecutivo y gran parte del Poder Legislativo Nacional, además de las representaciones en el Mercosur. A nivel del Congreso Nacional, se renuevan 130 bancas o plazas de diputados y 24 miembros del Senado (un tercio de la cámara cada dos años); algunos distritos también coinciden con este proceso.
Además, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires realizó sus elecciones locales y, por último, se escogieron los 19 representantes de lista nacional y 24 de lista regional para las bancas o plazas en el Parlasur (Parlamento del Mercosur) (LA NACIÓN, 2023). Puntualmente, el proceso electoral que parece atraer más atención a nivel nacional e internacional, sobre todo en su dimensión mediática, es la competencia por la presidencia, que ahora inicia su conteo final para la segunda y definitiva vuelta (también conocida como Balotaje) el 19 de noviembre.
En esta primera vuelta, tras los resultados de las PASO (elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) en agosto de este año, participaron los siguientes candidatos: Javier Milei con su partido recientemente formado, y proyecto de coalición, “La Libertad Avanza”; Patricia Bullrich quien representa a la coalición “Juntos por el Cambio” (JxC); Sergio Massa quien representa a la coalición “Unión por la Patria” (UP); Juan Schiaretti quien representa a la coalición “Hacemos por Nuestro País”; y Myriam Bregman quien representa a la coalición del “Frente de Izquierda y de Trabajadores – Unidad”. El resultado de esta primera vuelta ha sido la ventaja de Sergio Massa con un 36% de los votos, seguido por Javier Milei, su contendiente a la segunda vuelta, con alrededor del 30% de los votos (Ortiz, 2019).
Es importante tomar en cuenta que, según la Constitución Argentina, para haber ganado las elecciones del pasado domingo, un candidato debía recibir el 45% de los votos o el 40% con una ventaja de al menos el 10% de votos sobre el segundo. Si ninguno lo consigue, los dos candidatos más votados y sus respectivas fórmulas, pasarían a una segunda vuelta (Dirección Nacional Electoral, 2023).
Definir y situar ideológicamente a las coaliciones, puede resultar un desafío a la altura de un trabajo de fin de grado de la carrera de Ciencias Políticas, ya que, dependiendo a quién le preguntes y qué esperas de cada uno, podrías asumir afiliaciones diferentes. Más complejo aún si analizas las trayectorias particulares de cada partido miembro o afiliado político. No obstante, es importante recordar que el pensamiento, movimiento y posición del “peronismo” — cuya definición es igual de amplia y debatida —, es un elemento tan variopinto y transversal en la cultura política argentina, que no puede dejarse a un lado al intentar entender la trayectoria actual de las representaciones políticas en Argentina, tanto afines como contrarias.
Ahora bien, a propósito de este artículo y en consideración de las limitaciones de espacio y tiempo, no me centraré en desarrollar una panorámica del espectro político argentino — si es que eso es posible en un solo artículo —, sino que nos centraremos en realizar una primera aproximación analítica al impacto y los rasgos del fenómeno político que ha supuesto Javier Milei, candidato de La Libertad Avanza. Para ello, haremos un breve repaso sobre las consideraciones teóricas que deben tomarse en cuenta al estudiar estos escenarios, abordando el caso desde las teorías sobre el populismo. Incluso presentando la interrogante sobre la posibilidad de que se haya generado una propuesta de corte revolucionario y, si ésta supone una particularidad inédita, o una continuidad en la realidad política argentina, de cara a futuros artículos.
¿Por qué Javier Milei?
Varias figuras de la actualidad política argentina poseen una trayectoria que podríamos catalogar como singular, por ejemplo, el candidato hasta ahora aventajado, Sergio Massa, representante de la coalición Unión por la Patria (UP), posee una trayectoria política, partidista e ideológica que recorre diferentes facciones y líneas de pensamiento en la historia política argentina. Ya sea desde el liberalismo-conservador democrático hasta el peronismo de izquierdas, Sergio Massa ha sido tanto “amigo” como “enemigo” del Kirchnerismo1 y el Peronismo que ahora representa. De hecho, sería conveniente situarlo más en el pragmatismo político que en un idealismo puntual de izquierdas, o modelos convencionales de intervención estatal.
Ahora bien, a diferencia de los representantes anteriores, que representan una línea o facción histórica o tradicional de la política argentina que guarda vínculos con el Peronismo, lo que destaca de Javier Milei es precisamente su perfil y propuesta rupturista. Una propuesta que no solo desafía al “Peronismo de izquierdas” o al “progresismo” de base regional, donde podría situarse el Kirchnerismo actual, sino que propone una confrontación más amplía contra el intervencionismo estatal como doctrina económica y lógica política en todas sus formas. En efecto, confrontando también a la “derecha estatista” y situándose como la única propuesta presente radicalmente liberal, concretamente “libertaria”, que logra captar en los últimos años tal nivel de atención y protagonismo político.
El rol de los medios de comunicación
En el caso de Javier Milei, no es descabellado afirmar que el factor mediático y su presencia en redes han sido un recurso esencial para su popularidad. El desempeño mismo de su éxito en redes, tanto en las cuentas de sus apoyos como de sus detractores, responde a un fenómeno de viralización de su persona y mensaje, que no puede separarse de la explicación de su auge político. Esto es aún más esclarecedor al ver cómo los jóvenes se han convertido en una gran parte de su soporte electoral.
Para ponerlo en perspectiva, en Instagram, a un par de días después de la primera vuelta, Javier Milei cuenta con alrededor de 3,1 millones de seguidores, por el contrario, Sergio Massa, incluso teniendo la plataforma del peronismo detrás de él, apenas acumula en estas fechas unos 365 mil seguidores. En Twitter encontramos otro ejemplo, pues Javier Milei tiene 1,1 millón de seguidores frente a los 1,2 millones de seguidores de Massa, lo que nos podría parecer más equilibrado, pero consideremos que Milei, pese a su popularidad, sigue siendo un actor político reciente, más aún su partido, careciendo de los años en la palestra pública si lo comparamos con la trayectoria más longeva en política y partidos de Sergio Massa. Otros ejemplos interesantes podrían ser el soporte y seguimiento de cuentas afines que ha cultivado Javier Milei en YouTube o Tik Tok, lo que daría para un artículo por sí solo.
Adicionalmente, es importante recordar el rol que ha jugado la televisión. Más allá de sus relaciones y encontronazos con diferentes invitados y periodistas, lo cierto es que Milei ha sido uno de los candidatos con mayor presencia en televisión, ya sea por el interés o entretenimiento que generan su mensaje disruptivo, o su aspecto y personalidad explosiva y apasionada. Este factor personal no ha pasado desapercibido por los medios y analistas, ya sean afines o mayormente críticos (Criales & Lambertucci, 2023; Stefanoni, 2023; Zygier, 2023).
Uno de los ejes del debate, precisamente por la instrumentalización de la prensa desde diferentes facciones o intereses políticos a la hora de categorizar a Milei, es acerca de su vinculación con la “derecha”, o más aún con la “ultraderecha”. Este último es un término muy utilizado en la última década en Europa (más cercano aún en España) e Iberoamérica — usualmente desde partidos o referentes de izquierda socialista, progresista o socialdemócrata — con el que se catalogan a las propuestas reaccionarias, contrarrevolucionarias, conservadoras o populistas que han estado en auge y son asociadas con la “derecha política”. Muchas veces entendidas como símil de prácticas discriminatorias, elitistas u oligárquicas.
Dichas propuestas o partidos de “ultraderecha”, usualmente asumen estrategias y retóricas revisionistas, proteccionistas, con un imaginario nutrido de cierta nostalgia histórica y religiosa, marcadas por el personalismo político, la “antipolítica” y el discurso nacionalista
(Ansaldi, 2022). Algunos ejemplos claros, guardando las distancias entre cada uno, pueden ser Marine Le Pen en Francia, Alternativa por Alemania o el partido VOX en España, y algunas manifestaciones similares en el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil, el “Uribismo” y el partido conservador en Colombia, e incluso la figura de Donald Trump.
Precisamente, gobiernos, partidos, políticos o agentes críticos, escépticos o detractores de Javier Milei lo han relacionado, directa y específicamente, con personajes o partidos como los mencionados anteriormente, articulando apoyos y difundiendo sus opiniones compartidas a nivel mediático y académico internacional. Véase por ejemplo recientemente en España, la proliferación de este tipo de publicaciones como las publicadas por Radio Televisión Española (RTVE, 2023a; 2023b; De Salas, 2023) y su uso explícito de la categoría de “candidato de ultraderecha”. Así también, encontramos artículos como una “Propuesta para una agenda de investigación sobre las derechas latinoamericanas” (Ansaldi, 2022) y recopilaciones sobre “Resurgimiento de la derecha en América Latina: nuevas coaliciones y agendas” (Cannon & Rangel, 2020), publicados por el “Barcelona Centre for International Affairs”, mejor conocido como CIDOB, que engloban a Milei en ese espectro político.
Ahora bien, lo que resulta curioso es que las categorías convencionales de derecha e izquierda, no coinciden enteramente con la figura de Javier Milei. En primer lugar, debemos tener claro desde cuál definición de derecha e izquierda partimos, pues reducir el espectro político para traducir la derecha como libre mercado y la izquierda como progresismo estatista puede suponer algunas — demasiadas — contradicciones y desajustes con la realidad y la perspectiva histórica.
En otras palabras, debemos reconocer la pluralidad de trayectorias históricas y posiciones distintivas en lo que entendemos superficialmente como derecha e izquierda2, logrando identificar los múltiples debates que lo atraviesan, por ejemplo: las pugnas entre posiciones pro economía abierta y proteccionistas; posiciones entre capitalismo de mercado, de estado o posturas anticapitalistas; las pugnas entre sistemas políticos más presidencialistas y parlamentaristas; los enfrentamientos entre posturas liberales, fascistas o comunistas; los debates entre las ortodoxias y nuevas facciones, que son a su vez pugnas entre conservadurismos y progresismos; posturas del consenso ciudadano o la tecnocracia; o posturas con foco en los actores no estatales frente a posiciones estado-céntricas, entre otros.
Apuntes teóricos en el marco de la democracia y populismo en Iberoamérica
Cuando hablamos dentro de un contexto electoral, donde diferentes propuestas y proyectos políticos, ideológicos y personales compiten por la recepción de votos, atención mediática o legitimidad popular, puede resultar difícil escoger un solo rasgo o grupo de rasgos a destacar.
2 Por poner un ejemplo superficial, recordemos que el socialismo en su representación soviética o maoísta, y el fascismo desde su origen, respaldaron un estado fuerte, pero no por ello son iguales como se suele asumir al decir que el nazismo era estrictamente socialista por su nombre; asimismo, poseían una noción diferente del Estado que contempla la institucionalidad liberal del pensamiento ilustrado o republicano, que a su vez no es idéntica a la tesis neoliberal de recorte al Estado de finales del s. XX.
A su vez, debemos entender que los actores implicados son miembros de un proceso de organización política e ideológica más amplio.
En primer lugar, hay que considerar si la discusión en torno a la figura de Javier Gerardo Milei se limita a un cuestionamiento de su personalidad y trayectoria vital, o permite una radiografía más completa de su planteamiento y pensamiento político. Por supuesto ambas guardan relación, pero según el peso — e interés — que le demos a cada ámbito, identificamos dinámicas y elementos diferentes. Para ello es necesario contemplar diferentes enfoques y determinar qué concepto, teorías, o herramientas, resultan más adecuados para abordar el caso.
Siguiendo el planteamiento anterior, un primer elemento destacable puede ser el “personalismo político”. Como plantea García-Pelayo (1990), en una región como Iberoamérica, la trayectoria política de diferentes gobiernos a lo largo de su historia como naciones independiente ha estado marcado por una constante presencia del personalismo político, entendida como el ejercicio personal del poder, ya sea desde “la voluntad de dominio, la debilidad institucional o el escaso arraigo a la norma”, usualmente amparándose en excepciones constitucionales o asumiendo poderes ante “situaciones extraordinarias”. Un fenómeno que guarda sus raíces con los movimientos caudillistas del siglo XIX e inicios del siglo XX, así como la incorporación de las masas al juego político.
El personalismo político, además, trasciende a categorías cerradas del tipo de régimen político instaurado y, especialmente en Iberoamérica, puede encontrarse en gobiernos autoritarios o democráticos, reproduciendo una vinculación del carisma del “líder” y la concentración de poder como rasgo compartido (Vargas Machado & Cazzato Dávila, 2022). Sumado al factor mediático, y fundiéndose con la pugna electoral como campo de batalla predilecto de este tipo de personajes, encontramos que el personalismo político se vuelve una práctica recurrente a nivel histórico, así como un fenómeno latente en el tiempo presente en proporciones un tanto preocupantes — pero eso es otra historia —.
Esto por supuesto, nos permite considerar otro concepto: el modelo presidencialista. Un modelo de sistema político cuya presencia ha sido, en muchos episodios, mayoritaria en la región latinoamericana. Modelo que precisamente toma lugar en regímenes democráticos, atravesados claro, por el personalismo político, desarrollando una relación particular con respecto a la legitimidad institucional y la aprobación pública (Ortiz Ayala & García Sánchez, 2014).
Esta relación mediática, simbólica y afectiva entre líder carismático y ciudadanía, el ejercicio arbitrario del poder por parte de las decisiones de este líder, los mecanismos de concentración del poder político institucional o la competencia ideológica basada en la personificación de representantes o partidos, son ingredientes clave para introducir la discusión desde las teorías sobre el populismo.
El debate en torno al populismo se ha centrado precisamente en su relación con la democracia, pues se parte de la noción de que sólo puede surgir en ésta, por ende, también influirá lo que entendamos como democracia. En este sentido, algunos autores plantean que
el populismo es antidemocrático frente a otros que defienden un aporte regenerador. Para unos supone la degeneración hacia el autoritarismo, disolviendo la pluralidad política hacia una retórica y ejercicio de poder que solo admite una sola voz, voluntad e interés homogéneo que no admite divergencias; para otros, precisamente restaura la soberanía cooptada por los políticos hacia los ciudadanos en general (De la Torre Reyes, 2017, 54-57).
Según Ernesto Laclau (2005), el populismo es un fenómeno de ruptura de democracias con sistemas administrativos e institucionales excluyentes, entendidos como la expresión política de la ciudadanía y el impulso de un orden alternativo. Desde este enfoque, el pueblo es un significante vacío pero instrumental. Parte de este argumento, fue abordado por la teoría de la dependencia y la historiografía iberoamericana para explicar la irrupción de regímenes de corte nacional-popular ante la fragilidad de regímenes oligárquicos (De la Torre Reyes, 2013).
Ahora bien, no faltan las lecturas en torno a la manipulación demagógica y la instrumentalización electoral (Weyland, 2001, p. 12) que, atendiendo a casos de la región, nos reflejan que las promesas populistas de regeneración democrática usualmente no llegan a cumplirse (De la Torre Reyes, 2017, p. 55). De hecho erosionan aún más los regímenes democráticos en donde surgen. Cabe reiterar, que estos fenómenos políticos surgen en regímenes donde se generó alguna pérdida de legitimidad institucional o la situación económica se deterioró. Como vemos, la ruptura populista en el marco de la democracia liberal no implica necesariamente un cambio positivo.
El caso de Milei y los retos de la gobernanza democrática en Argentina
Un rasgo particular del populismo es esa construcción maniquea de la realidad política, desde la cual el populista o la propuesta populista divide la sociedad entre amigos y enemigos. Usualmente, entre una élite corrupta y un “pueblo” virtuoso, cuyo líder popular recibe o emana esa voluntad encarnada (De la Torre Reyes, 2017). En este punto, su vinculación con el discurso nacionalista y el personalimo político se hace más evidente.
Tanto con Massa como Milei, su rol y capacidad personal como “líderes” se ha hecho un factor fundamental de la campaña electoral. Por ejemplo, la retórica de Milei se ha centrado en varias ocasiones en categorizar como “casta” al conjunto de políticos que representan un modelo administrativo caduco e incluso depredador; por su parte, un gran esfuerzo mediático de Unión por la Patria y el apoyo a su candidato, Sergio Massa, se ha centrado en desvirtuar la figura de Milei, cuestionando su sanidad mental personal y basando la disputa electoral en términos de “voto al moderado” o “voto al desquiciado”. En redes sociales, en perfiles de cada bloque, basta con ver los comentarios y títulos que se reproducen para identificar el peso simbólico que tienen los candidatos en estas contiendas. O también, el impacto de las entrevistas, debates o manifiestos a la hora de impulsar o estancar la popularidad, como ha sido el último debate entre los candidatos de cara a la segunda vuelta.
Ahora bien, si bien ambos son conscientes de los límites de la presidencia en el sistema político argentino, está claro que el peso de los contrincantes de Milei supone una barrera mayor para la consecución de sus políticas. En primer lugar, el modelo federal argentino y la influencia todavía relevante de otras coaliciones y fórmulas políticas presiona, y presionará a Milei en caso de ser presidente, a moderar sus propuestas, como plantea el profesor Miguel Anxo Bastos (Rallo, 2023).
En efecto, cuando se plantea que Milei, así como sus bases de apoyo, se acercan más a una “coalición del descontento” que encamina un voto “cabreado” o “exhausto”, la retórica revolucionaria se encaminó a una propuesta radical de ruptura, donde la mención de la quema del Banco Central por parte de Milei puede ser una de las frases más ilustrativas. Empero, al tener la necesidad de organizar una oposición más grande que compita con el bloque kirchnerista y parte del peronismo, Mieli ha tenido que reconducir muchas de sus propuestas hacia un mensaje más reformista, sin que eso quite que es precisamente en su partido que se concentran los mayores apoyos contra la fórmula de Massa.
En este contexto, la retórica antisistema empieza a encontrar sus barreras más claras, donde el idealismo libertario debe ser capaz de pactar con propuestas diferentes; no solo por un factor pragmático ejecutivo, sino por mantener el respaldo democrático al gobierno. Es por esto que la incógnita de una propuesta de corte revolucionario, puede superar incluso al maniqueismo populista, cobrando interés tanto en su origen como en su aplicabilidad real, abriendo la puerta a un nuevo análisis del discurso y una interpretación innovadora del episodio actual de la política argentina.
Si nos fijamos precisamente en la evolución del discurso de ambos candidatos, vemos como Massa intenta apelar a la estabilidad y “unidad nacional”, frente a un Milei que modera el lenguaje y exposición de sus propuestas, donde sus colaboradores parecen ser los que ahora atraen polémica, pero que sigue apelando a la situación de urgencia en la que se encuentra la sociedad y economía del país, situación en la cual Sergio Massa, como Ministro de Economía con competencias ampliadas, no ha podido o sabido atender.
Esto hace que la próxima y última vuelta este 19 de noviembre suponga, gane quien gane, un claro desafío para la gobernabilidad del país, tanto a nivel seguritario frente al narcotráfico y el crimen creciente, a nivel económico ante la debacle inflacionaria y fuga de recursos humanos y capitales, así como social, con un hartazgo ascendente de la población. Por ello es que se entiende que la necesidad de ajustes o recortes es casi inevitable, como ya lo venía incorporando Massa como ministro, y como Milei insiste en su campaña; pero también lo es la necesidad de generar pactos políticos para al menos llevar a cabo una agenda de políticas
Adicionalmente, el impacto en la política exterior supone un tema de interés y suficiente amplitud por sí solo. Desde la administración de Alberto Fernández, Argentina se incorpora al BRICS+ y profundiza sus lazos con China, mientras se sigue estancando en la región. En ese escenario internacional, Massa plantea cierta continuidad pero Milei afronta un reto mayor al intentar mantener su coherencia ideológica a nivel gubernamental, mientras permite que el sector privado negocie con quien prefiera. Esto, sin considerar el impacto de una fórmula libertaria en el desenvolvimiento político de la región.
En definitiva, las elecciones argentinas reflejan un contexto en el que un modelo de representación política y de gobernanza se acusa como deteriorado y es claramente cuestionado. Las alternativas o respuestas del sistema se han desarrollado más claramente en el marco de un fenómeno populista que en una división “tradicional” de izquierda y derecha, incorporando interesantes matices de una retórica revolucionaria frente al debate politico en torno a la relación entre élites y representantes político-económicas y el conjunto de la sociedad civil. Por supuesto, esto requerirá una revisión más extensa tras los resultados de este domingo 19, pero en cualquier caso, se trata de uno de los períodos de mayor interés en la historia política del país y la región tanto a nivel democrático como en la literatura sobre el populismo latinoamericano.
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente la organización comparte lo expresado.
Notas de Pie
1 Podría decirse, a grandes rasgos, que el “Kirchnerismo” es una ideología y conjunto de estrategias políticas, representadas y lideradas por el pensamiento y accionar político de Néstor Kirchner (presidente de Argentina entre 2003 y 2007, fallecido en 2010) y Cristina Fernández de Kirchner (esposa de Néstor y también presidenta de Argentina en dos períodos entre 2007 y 2015), ésta última convirtiéndose en una personalidad política clave en la política nacional, formando parte de partidos y gobiernos posteriores. Según plantean Retamozo y Trujillo (2019), la estrategia y origen de lo que entendemos como “Kirchnerismo” fue el desarrollo de una propuesta política que, desde la base del Partido Justicialista (Peronista), planteaba una ruptura con el neoliberalismo de los 90’s y la “transversalidad” como principio de aglomeración de facciones peronistas y no peronistas orientadas a la “izquierda política”, el “progresismo” o la lógica “nacional-popular”. Como propuesta política tuvo un desempeño “ágil” para obtener apoyos y representaciones locales aprovechando el sistema federal argentino, asimismo un apogeo marcado por el personalismo político y la concentración del poder en el Ejecutivo, quizás en años recientes concentrado en la figura de Cristina Fernández (Moreiba & Barbosa, 2011).
Referencias
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