El sistema político contemporáneo de la India se caracteriza por una interacción compleja entre el Estado y las estructuras de poder informales. Por un lado, el Estado ejerce su poder a través de su administración en una dinámica vertical centralizada en Nueva Delhi. Por otro lado, los modelos de poder informales, originados en estructuras sociales locales, continúan influyendo en la vida política y social. Estas redes de poder informales se basan en dinámicas comunitarias profundas, particularmente en el sistema de castas –o varnas en sánscrito–, los clanes y las familias (Borreguero, 2004). A diferencia del poder estatal, basado en instituciones y marcos jurídicos, estas formas de dominación están arraigadas en tradiciones sociales y vínculos intergeneracionales, donde la autoridad se sustenta más en el estatus, las alianzas y la influencia local.

Esta dualidad se manifiesta especialmente a través del sistema de castas, que estructura profundamente la organización social y política de la India. Este sistema, con una estratificación de más de mil años, divide y jerarquiza a los individuos, haciendo casi imposible la movilidad social entre castas. De hecho, algunas castas históricamente dominantes han logrado conservar su poder e influencia sobre aquellas consideradas inferiores, en particular sobre los dalits, anteriormente llamados «intocables».

Los dalits constituyen un grupo históricamente marginado, en gran parte debido a su exclusión del sistema de castas. Durante mucho tiempo relegados a las tareas más ingratas y mantenidos fuera de las esferas de poder, han desarrollado con el tiempo formas de resistencia y organización política. En este artículo analizaremos su lugar en la sociedad y la manera en que han logrado imponerse progresivamente en la escena política. Nos preguntaremos sobre su poder político actual: ¿en qué medida han logrado liberarse de las estructuras de dominación tradicionales? ¿Ejercen hoy una influencia real en la política india? Estas preguntas nos permitirán comprender los desafíos de reconocimiento y representación de los dalits en la India contemporánea.

  1. Varna y Jati: Clase social y casta, entre origen y evolución

A- Contexto histórico del surgimiento del sistema de castas

El sistema de castas en la India tiene sus orígenes en una división social que se remonta aproximadamente al año 1000 a.C., período que sigue a la llegada de los arios al subcontinente indio (Geo, 2021). Según la teoría dominante, los arios eran un pueblo indoeuropeo que migró hacia la India alrededor del 1500 a.C., introduciendo estructuras sociales y culturales que darían forma a la sociedad india, particularmente a través del establecimiento de un sistema estratificado y jerarquizado (Ghurye, 1969).

Según el sociólogo indio Ghurye (1969), los varnas (o clases) serían una adaptación local del modelo social de los arios. Estos ya organizaban su sociedad en tres grupos distintos: guerreros, sacerdotes y el pueblo (Geoconfluences, 2007). Al establecerse en la India, consolidaron una ideología de pureza ritual y exclusividad social para «preservar» su identidad frente a las poblaciones autóctonas. Esta distinción social se fue afianzando progresivamente en los textos religiosos. Algunos de los primeros escritos védicos, redactados entre 1500 y 500 a.C., justifican y refuerzan esta jerarquía (Gonda, 1975).

El Rig-Veda, por ejemplo, uno de los textos fundacionales del hinduismo, establece una oposición entre los Arya varna (los arios), situados en la cima de la escala social, y los Dasa varna (los no arios), relegados a un estatus inferior. El término sánscrito varna, que significa «color», parece reflejar una clasificación basada en el origen étnico (Borreguero, 2004). En esta estructura, los arios se adjudicaron los tres primeros varnas, mientras que las poblaciones autóctonas y los mestizos fueron relegados a la cuarta categoría, los shudras.

Con el tiempo, esta organización social se rigidizó bajo la influencia del brahmanismo y de los textos sagrados hindúes. Derivado del vedismo, el brahmanismo se desarrolló en la India entre 1500 y 500 a.C. y se basa en la autoridad de los Vedas, textos sagrados del hinduismo, que resaltan el papel central de los brahmanes, la casta sacerdotal encargada de los rituales y del mantenimiento del orden cósmico (Dumont, 1966).

Los Vedas definieron inicialmente cuatro grandes clases sociales en la organización de la sociedad:

  • Los brahmanes (sacerdotes y eruditos), garantes del conocimiento y de los ritos religiosos (Asialyst, 2017).
  • Los kshatriyas (guerreros y gobernantes), responsables de la protección y el mantenimiento del orden (Geoconfluences, s.f.).
  • Los vaishyas (comerciantes y agricultores), actores económicos y comerciales.
  • Los shudras (sirvientes), dedicados a tareas subordinadas, como la agricultura y el trabajo doméstico.

Esta clasificación, que inicialmente se basaba en distinciones socioprofesionales y en el origen étnico, se convirtió progresivamente en un sistema hereditario rígido, en el que cada individuo era asignado a una casta desde su nacimiento. Esta rigidez se vio reforzada por los textos religiosos, que introdujeron estrictas reglas de pureza ritual y la prohibición del contacto entre castas (Euronews, 2016).

El hinduismo reforzó esta jerarquía social, en gran parte a través del concepto de karma. Según esta creencia, la posición de un individuo en la sociedad estaba determinada por las acciones realizadas en vidas anteriores. Una persona nacida en una casta inferior era percibida como víctima de sus propias faltas pasadas, lo que legitimaba la ausencia de movilidad social (Borreguero, 2004).

Si bien los varnas constituyeron la primera gran división social en la India, con el tiempo se superpusieron con otro sistema de estratificación: los jatis, subgrupos más numerosos y específicos. Esta combinación reforzó aún más la segmentación social, haciendo las distinciones más rígidas y complejas (Borreguero, 2004).

Con el tiempo, esta evolución llevó a una sociedad altamente jerarquizada, donde las reglas de pureza ritual dictaban estrictamente las interacciones entre castas. Estas normas se traducían no solo en restricciones sobre los contactos sociales y profesionales, sino también en dinámicas políticas estructurantes.

Por ejemplo, en los estados del norte de la India, como Uttar Pradesh, las tensiones entre jatis han moldeado estrategias electorales basadas en el clientelismo. Los partidos políticos forman alianzas con los grupos dominantes para asegurarse su apoyo electoral, un fenómeno particularmente visible durante las campañas. Las élites locales, que ejercen una influencia decisiva en ciertas regiones, pueden orientar su apoyo hacia un candidato a cambio de promesas concretas, como la construcción de infraestructuras públicas o beneficios sociales para los miembros de sus castas (Jaffrelot & Kumar, 2013).

En este contexto, surgió una categoría social completamente marginada del sistema de castas: los Chandalas, más tarde llamados Dalits o «intocables». A diferencia de otros grupos, ellos no formaban parte de la jerarquía de los varnas, lo que los situaba fuera del orden social establecido. Considerados impuros, fueron relegados a las tareas más degradantes, como la manipulación de cadáveres, la recolección de desechos o la ejecución de castigos corporales. Su exclusión era tan estricta que debían vivir fuera de los pueblos y no tenían derecho a ningún contacto con los miembros de las castas superiores (Dumont, 1966).

Con el tiempo, el término Dalit, que significa «oprimido» o «aplastado», se impuso para designar a estas comunidades. En contraste, la denominación «intocables», percibida como estigmatizante, se ha ido dejando de usar en la actualidad (Desai & Jain, 2014). Aunque la Constitución de la India abolió oficialmente la discriminación basada en castas, la exclusión social y económica de los Dalits sigue siendo una realidad persistente en la India contemporánea.

B- Los Dalits en la India: Entre opresión histórica, discriminación sistémica y lucha por la igualdad

Aunque la Constitución india abolió la «intocabilidad» y se han promulgado varias leyes para proteger a los Dalits, su opresión sigue siendo una realidad cotidiana. A pesar de las cuotas que facilitan su acceso a la educación y al empleo, las discriminaciones sistémicas continúan obstaculizando su integración social y económica. En algunas regiones, los niños dalits aún son relegados a tareas secundarias en la escuela, mientras que muchos adultos enfrentan rechazos laborales debido a su casta (Deshpande, 2011).

Además, los Dalits que participan en política o en movimientos activistas suelen ser blanco de represalias. Los defensores de sus derechos son víctimas de acoso judicial, y en algunos pueblos todavía se practican formas de boicot social, prohibiendo a los Dalits el acceso a comercios o recursos comunitarios (Jaffrelot, 2020).

La impunidad que rodea la violencia contra ellos sigue siendo un problema grave. En las zonas rurales, las agresiones –incluyendo la violencia sexual perpetrada por miembros de castas superiores– suelen quedar impunes o sin apenas sanción judicial. En 2016, un estudio reveló que más del 90 % de los crímenes contra los Dalits no resultan en condenas, lo que refuerza un clima de miedo y resignación (Manoharan, 2016).

Las discriminaciones y violencias que sufren los Dalits afectan de manera desproporcionada a las mujeres dalits, quienes padecen una doble opresión. Debido a su estatus de «intocables», estas mujeres son marginadas tanto por la sociedad patriarcal como por su pertenencia a una casta inferior. Esta doble marginalización las convierte en víctimas especialmente vulnerables a diversas formas de violencia, a menudo ignoradas o minimizadas por las autoridades.

Por ejemplo, aunque la violencia sexual es un problema grave en la India, afecta particularmente a las mujeres dalits, cuya exclusión social y estigmatización las exponen a un mayor riesgo de abuso y explotación. Según la International Dalit Solidarity Network (IDSN), menos del 2 % de los casos de violación que involucran a mujeres dalits terminan en condenas, en comparación con aproximadamente el 25 % de los casos de mujeres de todas las castas en la India (IDSN, 2019). Estos datos revelan una grave falla del sistema judicial para garantizar justicia a las víctimas de violencia sexual, independientemente de su clase social.

Las discriminaciones también se extienden al ámbito laboral. La mayoría de los Dalits ocupan trabajos precarios y mal remunerados en el sector informal. Aunque existen leyes para garantizar sus derechos, su aplicación sigue siendo insuficiente, especialmente en las zonas rurales (Jaffrelot, 2003).

A pesar de esta represión sistémica, los movimientos dalits, respaldados por intelectuales y activistas, han logrado visibilizar su lucha por la igualdad y la justicia de manera progresiva.

II- Los poderes de los Dalits

A- Las luchas políticas y sociales de los Dalits: De la exclusión a la representación

Debido a su marginación histórica en el sistema de castas en la India, los Dalits han sido excluidos de las esferas políticas y sociales dominantes. Esta exclusión no solo era formal, sino que estaba profundamente arraigada en las prácticas sociales y económicas, con las castas dominantes ejerciendo una gran influencia, especialmente en las zonas rurales, donde controlan la política local y las elecciones (Harriss-White, 2003). El acceso al voto y a la participación política también estaba limitado por factores socioeconómicos como la pobreza, la falta de educación y las intimidaciones electorales, incluidas la violencia y las amenazas directas de los miembros de las castas superiores (Kandiyoti, 1991). Las formas sutiles de discriminación electoral se expresaban a través de presiones para votar según las preferencias de las castas dominantes. Estas dinámicas llevaron a un aislamiento político profundo y dificultaron el establecimiento de una influencia política autónoma para los Dalits.

Sin embargo, a finales del siglo XIX, figuras como B.R. Ambedkar lucharon activamente por el reconocimiento de los derechos de los Dalits y su emancipación social y política. Esta aspiración hacia la dignidad y la justicia se manifestó, en particular, con la fundación del Bahujan Samaj Party (BSP) por Kanshi Ram en 1984, y su éxito bajo la dirección de Mayawati, una mujer política dalit. A través de campañas centradas en la justicia social, el BSP logró movilizar a los Dalits y a otras castas marginadas. Una de sus mayores victorias fue la ascensión de Mayawati al cargo de ministra principal de Uttar Pradesh, uno de los estados más poblados de la India, donde el BSP logró establecer una representación Dalit en los círculos de poder (Hearn, 2014).

Mayawati ejemplificó la posibilidad de que una mujer dalit llegara a las más altas instancias políticas e influenciara las políticas públicas. Introdujo políticas de inclusión, como los cupos para los Dalits, que favorecieron una mejor representación de estas comunidades en los sectores educativos y profesionales (Kaur, 2007). A pesar de estos logros, sigue siendo una figura controvertida, criticada por su estilo de gobernanza y algunas de sus decisiones.

A pesar de los avances legislativos y los esfuerzos para aumentar la representación política de los Dalits, los movimientos de las castas oprimidas todavía se enfrentan a desafíos complejos y persistentes. Aunque reformas como la Constitución de 1950, que prohíbe la discriminación basada en la casta, y la introducción de cupos para la educación y el empleo abrieron oportunidades para los Dalits, persisten tensiones internas dentro de las comunidades marginadas. Una de las dificultades principales radica en la brecha que sigue existiendo entre los Dalits, lo que provoca conflictos de intereses y, en ocasiones, una fragmentación del apoyo político (Harriss-White, 2003).

B- Diversidad interna y desafíos para la inclusión social y política


Existe una tendencia a percibir a los Dalits como un grupo homogéneo que enfrenta las mismas injusticias y exclusiones sociales. Sin embargo, esta visión omite una realidad más compleja: los Dalits están, de hecho, divididos en varias jatis (castas) con prácticas, intereses y niveles de riqueza muy variados. Dentro de esta comunidad, algunos Dalits viven en condiciones de extrema pobreza, mientras que otros han alcanzado cierta prosperidad, especialmente en sectores como la artesanía, la política o el comercio local. Por ejemplo, los Dalits del estado de Tamil Nadu, históricamente más involucrados en la artesanía tradicional, tienen una situación socioeconómica y una percepción social muy diferente de aquellos de otros estados como Uttar Pradesh, donde una mayor parte de la población Dalit sigue viviendo en una gran precariedad (Geoconfluences, 2007).

Esta heterogeneidad social y económica complica los desafíos de la unificación política y la lucha colectiva de los Dalits. De hecho, aunque las movilizaciones políticas han permitido dar voz al mayor número posible de Dalits, persisten tensiones sobre las prioridades, las estrategias y la representación de estas diversas categorías dentro del cuerpo político nacional. En este contexto, las tensiones entre Dalits se alimentan de estas disparidades internas (Deshpande, 2011).

Además, la heterogeneidad del territorio indio, tanto en términos geográficos como económicos, añade un nivel adicional de complejidad a los desafíos enfrentados por los Dalits. El país, vasto y diverso, presenta contextos sociales, políticos y económicos muy variados. Por ejemplo, los Dalits urbanos, que conocen cierto nivel de emancipación e integración en la vida política y económica, pueden enfrentarse a desafíos diferentes a los que enfrentan los Dalits rurales, que suelen estar más aislados y alejados de las estructuras de asistencia y servicios públicos (Deshpande, 2011). Esta diversidad territorial también agudiza la forma en que se escuchan o no las necesidades y demandas de los Dalits en las diferentes regiones. En algunos estados, líderes Dalits logran acceder a cargos de poder, mientras que en otros, el mantenimiento del sistema de castas sigue alimentando profundas divisiones.

Paralelamente, la influencia de otras castas se acentúa en muchas regiones, particularmente en las zonas rurales, fortaleciendo las estructuras de poder tradicionales y complicando la realización de los objetivos de inclusión para las castas inferiores. La violencia casteista y la opresión social siguen estando arraigadas en la realidad cotidiana de muchos Dalits, cuyo acceso a oportunidades económicas y sociales sigue estando limitado por prácticas discriminatorias, a veces informales, pero a menudo generalizadas (Manoharan, 2016). Además, la cultura de la impunidad frente a los crímenes cometidos contra los Dalits es un factor agravante, impidiendo una justicia equitativa y reforzando el sentimiento de impotencia dentro de estas comunidades.

Por lo tanto, es fundamental reconocer esta diversidad interna dentro de esta clase para poder comprender mejor los problemas que moldean su vida política y social. Así, las soluciones estratégicas y las reformas legislativas eficaces deben tener en cuenta esta heterogeneidad en su conjunto, no solo ofreciendo una mejor representación política para los Dalits, sino también ajustando las políticas sociales y económicas para abordar las disparidades internas y los obstáculos específicos que enfrentan estos diferentes grupos.

Conclusión:

Los Dalits, durante mucho tiempo marginados, están hoy en la vanguardia del cambio social y político. Gracias a sus luchas y a las reformas legislativas, se han logrado avances notables en la lucha contra la discriminación basada en la casta. Sin embargo, su ascenso político sigue siendo frenado por obstáculos, especialmente por no tener en cuenta las divisiones internas dentro de las comunidades marginadas. El pleno reconocimiento de los Dalits en las esferas políticas y económicas sigue siendo un desafío importante. Sin embargo, figuras como Mayawati, los movimientos sociales Dalits y las reformas constitucionales son testimonio de la evolución de esta lucha por la inclusión. Aunque el camino hacia una igualdad real todavía está lleno de obstáculos, la acción de los Dalits sigue transformando profundamente la sociedad india.


Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente la organización comparte lo expresado.


Fuentes

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Licenciada en Ciencias politicas por la Universidad Complutense de Madrid. Acabo de graduarme de una Maestría en Cooperación internacional en Sciences Po. Desarrolle métodos de investigación en ciencias politicas y sociales, publicando mi tesis de máster intitulada “El Impacto de las Políticas de Aculturación en Comunidades Indígenas: Un Estudio Comparativo de México y Canadá". Cuento con experiencia en el diseño y la gestión de proyectos de desarrollo trabajando con ONG francesas y bolivianas. Mi línea de investigación se centra en el estudio de politicas internacionales, sistemas políticos, incluyendo fenómenos antropológicos e históricos.