En los últimos años se han realizado diversos estudios e investigaciones sobre la migración debido al incremento exponencial de este y las implicaciones que conlleva tanto para las personas migrantes como para los estados de origen, tránsito y destino. De esta forma, el fenómeno migratorio se ha vuelto trascendental para los estudios sociales.

Sin embargo, pareciera que se conoce un panorama claro de lo que es migrar y la situación a la que se enfrentan las personas que deciden salir de su lugar de origen; no obstante, sólo se tiene una visión parcial al respecto por el carácter de irregularidad que permea, lo que no ha permitido tener datos exactos y, por ende, conocer sólo una parte de la realidad que viven las personas migrantes.

“Cada año el Instituto Nacional de Inmigración registra la entrada de 19 millones de turistas extranjeros o visitantes; no obstante, un gran número de personas ingresa al país de forma irregular con la finalidad de llegar hacia Estados Unidos” (Días y Kuhner, 2015). Debido a este carácter de irregularidad, las personas migrantes se enfrentan a una situación de alta vulnerabilidad.

Las mujeres migrantes se ven expuestas a una constante de factores de riesgo que atentan a su integridad física, emocional y psicológica, por lo que en el presente trabajo se pretende sí dar una visión de la situación que viven los y las migrantes; sin embargo, se busca un análisis desde la perspectiva de género de la migración con el fin de comprender la complejidad de su tránsito migratorio y la necesidad de una regulación correcta para la protección de las mujeres migrantes.

Para entender un poco más del cómo se llegó a la situación actual, es necesario conocer un poco de contexto histórico; así, el ser humano es un ser que se ha desplazado por naturaleza en busca de su supervivencia y desarrollo, el migrar ha sido una actividad inherente a él, siendo la migración una constante en la historia. No obstante, fue a partir de la segunda mitad del siglo XX, tras la caída de la URSS y el surgimiento de Estados Unidos como potencia hegemónica que comienza una nueva etapa, la migración regularizada.

El desarrollo de la hegemonía estadounidense y su posicionamiento como el país más poderoso del mundo, requería para poder desarrollarse y consolidarse como tal del capital humano que había perdido tras las guerras llevadas a cabo durante el siglo XX, fue así como el “sueño americano” fungió como la bandera de un nuevo proyecto para atraer migrantes a la potencia emergente. Con un programa económico que brindaba mejores condiciones de vida, al ser su vecino, México era la mejor opción para ser el expulsor de la fuerza de trabajo que se requería.

Con el programa bracero se brindaron un alto número de empleos y el sueño americano se convirtió en el ideal no sólo de los mexicanos, sino con el paso del tiempo se expandió a todo el continente americano, principalmente en los países con una mayor inestabilidad política y económica, convirtiéndose así los países del triángulo de Centroamérica conformado por Honduras, el Salvador y Guatemala los mayores países expulsores de migrantes en la última década.

Sin embargo, las causas por las decidían emigrar ya no eran solo por razones económicas y políticas, sino también por razones sociales, de inseguridad u otras que atentan la integridad e incluso la vida de la persona migrante. Tras la inestabilidad política y situaciones de violencia que se veía en los países centroamericanos, se dio un incremento de forma exponencial de la migración ilegal o indocumentada a causa de la necesidad de pedir protección o asilo por la situación que se vivía en sus países de origen.

Así, para finales del Siglo XX, específicamente a partir de 1980, se comienza a dar un cambio en la migración regularizada que se impulsó en el comienzo del desarrollo de la potencia estadounidense. Debido a este incremento de la migración indocumentada, Estados Unidos emprendió una serie de políticas migratorias que frenaban la entrada de los migrantes, siendo México el país que desarrolló una mayor contención de las olas migratorias que van destino a su vecino del norte.

De esta forma, México ampliamente influenciado por los gobiernos estadounidenses se convirtió en el país de tránsito principal hacía Estados Unidos y, por ende, también en la mayor contención “a través de un sistema de detección, detención y deportación que opera a lo largo de todo el territorio nacional, creando la frontera vertical” (Torre Cantalapiedra, 2021). Así, se volvió el lugar más temido por los migrantes a causa de los constantes abusos y violencia a los que los enfrentan al transitarlo, no sólo por los grupos delictivos, sino también abusos por autoridades o el propio Instituto de Migración.

En esta tesitura, Torre Cantalapiedra menciona:

“Las políticas fueron incrementando y con el comienzo del mandato de Donald Trump (2017-2021) supuso mayor impulso de las políticas antiinmigrantes; incluso emprendió una batalla tanto para migrantes como para personas que buscaban refugio o asilo, las cuales el migrar era la única opción que tenían para poder sobrevivir” (Torre Cantalapiedra, 2021).

Así, en primera instancia el sexo masculino fungió como el predominante de las olas migratorias, sin embargo, las mujeres fueron involucrándose conforme al paso del tiempo, conformando en los últimos años la mitad de los flujos migratorios que se llevan a cabo. Con causas ajenas a ellas, la feminización de la migración se convirtió en la única oportunidad de escapar de la constante violencia, inseguridad y situaciones que ponen en riesgo su vida e integridad a la que se enfrentan en su lugar de origen.

Si bien, migrar es una situación que tiene como característica principal una alta vulnerabilidad, se suma a la migración femenina un mayor riesgo; así las mujeres se exponen a un número exponencial de situaciones que atentan contra su vida e integridad en todos los aspectos al tener que enfrentarse no sólo a situaciones de delincuencia y corrupción, también se enfrentan a la secuelas de un mundo sexista que las expone a agresiones sexuales, violencia e inclusive a diversos actos delictivos del crimen organizado como lo es el secuestro y la trata de personas.

No obstante, a pesar de que se conoce esta situación a la que se enfrentarán en su trayecto migratorio, deciden que es mejor salir de su país que permanecer en él; emprendiendo un camino estratégico que las proteja durante el viaje, las migrantes optan por el camino menos riesgoso, lo que les hace invertir a ellas y a sus familias mayor dinero para un viaje más seguro.

Es así como la invisibilidad se convierte en el mejor camino para ellas, por lo regular el uso de un pollero, un narcotraficante o de documentación falsa es la mejor forma para poder llegar a entrar al país por carretera y usar los transportes comunes o ir en carros de las personas que contratan para llevarlas, esto las protege en cierta medida de peligros que pudieran correr al utilizar igual que los hombres el tren o en ir en un tráiler o camión de carga.

De acuerdo con Eduardo Torre “en los datos agregados de la Emif Sur para el periodo 2016-2019, se observa que las mujeres acuden en mayor porcentaje (66.6%) a los servicios de coyotaje para transitar por México que los varones (con 54.7%) (Torre E. 2021). Sumado, el 92% hace uso de autobús o camionetas para poder trasladarse, a comparación de los hombres que es un menor porcentaje del 80.4%” (Torre Cantalapiedra, 2021).

De esta forma, pareciera que el usar estos medios de transporte las protege del crimen organizado o de los peligros a los que se enfrentan los hombres al ir dentro del tren. No obstante, dichas rutas las ha llevado a una situación de acoso, abuso sexual, y psicológico normalizado, considerado como el precio que tienen que pagar por los servicios y protección que les brindan sus acompañantes o las personas que les ayudan en su camino hacia Estados Unidos.

Al respecto:

Un informe de Médicos Sin Fronteras realizado a 467 migrantes, encontró que un 31.4% de las mujeres y un 17.2% de los hombres habían sufrido algún tipo de abuso sexual durante su paso por el territorio mexicano; de manera más específica en lo que respecta a las violaciones y otras agresiones directas, las habían sufrido un 10.7% de las mujeres y un 4.4% de los hombres (MSF, 2017 como se citó en Torre Cantalapiedra, 2021).

Aunado a esta estrategia, el evitar acudir a los albergues es otra de las formas que les ha ayudado a no ser detenidas por las autoridades mexicanas, por ello, también no se tienen muchas cifras de su presencia en los países en calidad de migrante, ya que un gran número de datos se recaban de las detenciones que se realizan. De esta manera, “sólo representaban el 14 por ciento de las 102 mil detenciones a migrantes centroamericanos que se realizaron en 2011” (Días Prieto & Kuhner, 2015).

Constituyendo sólo “entre el 10 y 15 por ciento en la población de los refugios” (Días Prieto & Kuhner, 2015), las migrantes centroamericanas deciden que es una mejor solución quedarse en casa de huéspedes ya que les permite pasar desapercibidas de una mejor forma; empero, los riesgos de pernoctar en casas de huéspedes las pone en riesgo de sufrir la misma suerte que con los traficantes por el hecho de no estar regulado y tampoco tener alguna injerencia de protección en dichos lugares.

Se ha buscado mejorar la seguridad de los migrantes en los albergues, sin embargo, no es lo mismo en las casas de huéspedes, debido a que un gran número de dueños de las casas o incluso traficantes, piden protección al crimen organizado, lo que los ponen en riesgo de al no mantener el acuerdo que tienen, perder la protección y dejar a las mujeres migrantes en manos del crimen organizado (Días Prieto & Kuhner, 2015).  

Si bien, las instancias que protegen los Derechos Humanos, así como investigadores y científicos, han realizado diversos trabajos con el fin de visibilizar la situación vulnerable a la que se enfrentan las mujeres migrantes, así como los derechos que tienen; además, de crear diversas políticas para su protección, están continúan siendo insuficientes a causa de la falta de aplicabilidad y la mal estructuración de dichas políticas.

México pertenece a un gran número de tratados en materia de derechos humanos e incluso en la Constitución Mexicana cuenta con derechos como el de la libre circulación, el derecho a la justicia, derecho a la salud, a la no discriminación, así como el derecho a la integridad personal que obligan a proteger la vida e integridad de las mujeres migrantes en su tránsito por el territorio mexicano.

No obstante, se ha convertido en el país más temido para transitar durante su trayecto migratorio, ya que no sólo se exponen a violencia por parte de los grupos criminales, sino que son las propias autoridades mexicanas las que también fomentan y practican la violencia y los abusos en contra de ellas, lo que vislumbra que la legislación, dista mucho de la práctica.

Debido a esta situación constante de riesgo y vulnerabilidad, las mujeres migrantes han optado por las rutas más clandestinas, por la invisibilidad en busca de un trayecto migratorio más seguro; si bien, pueden tener un mayor éxito al llegar al país de destino, dichas estrategias de camino que toman, no las exime de sufrir ningún abuso o violencia durante su tránsito, al contrario, las ha expuesto a una situación constante de riesgo que pone en peligro su integridad e incluso su vida, lo que las expone a vivir la misma situación de la que se encontraban huyendo en su país.

En esta tesitura, es fundamental la creación de mecanismos que pongan en práctica y cumplan con las políticas migratorias para proteger y salvaguardar la vida e integridad de las mujeres migrantes en su tránsito por el territorio mexicano, al ser su obligación como Estado de Derecho.


Referencias

Díaz Prieto, G. y Kuhner, G. (2015). Un viaje sin rastros. Mujeres migrantes que transitan por México en situación irregular. H. Cámara de Diputados.

Instituto Nacional de Mujeres (2019). Mujeres Migrantes Centroamericanas en tránsito por México. INMUJERES.

Instituto para las Mujeres en la Migración A.C. (2022). Atrapadas en la incertidumbre y expuestas a la violencia. El impacto de las políticas migratorias de Estados Unidos y México en las mujeres solicitantes de protección internacional en 2021. IMUMI.

Kuhner, G. (2011). La violencia contra las mujeres migrantes en tránsito por México. Opinión y debate.

Peraza Noriega B. y Lizárraga Salas F. (2020). Diarios del Terruño. Reflexiones sobre migración y movilidad. Universidad Autónoma Metropolitana.

Torre Cantalapiedra, E. (2021). Mujeres migrantes en tránsito por México. La perspectiva cuantitativa y de género. El Colegio de la Frontera Norte.