El cambio climático se ha posicionado en las últimas décadas como uno de los temas de agenda más relevantes en la política internacional. Algunos Estados y organizaciones no gubernamentales (ONGs) lo han catalogado como la amenaza existencial más importante que debe enfrentar la humanidad en este siglo. La transición energética suele ser postulada como una solución plausible y exhaustiva para reducir la emisión de gases de efecto invernadero (IRENA, 2017), y en caso de lograr lo anterior, se podría frenar el aumento de la temperatura del planeta. Numerosos Estados han manifestado su voluntad de realizar cambios graduales para eliminar por completo la producción de energía eléctrica utilizando combustibles fósiles, sin embargo, la ruta no es tan sencilla como parece: la transición de combustibles fósiles a energías limpias no está exenta de dilemas, desafíos y contradicciones

El cambio climático conlleva al aumento de la temperatura del planeta, ya que los gases de efecto invernadero absorben la radiación infrarroja, atrapan el calor y hacen del planeta un lugar más cálido. Estos gases de efecto invernadero incluyen el dióxido de carbono (CO2), metano(CH4), óxido de nitrógeno y otros muchos que se encuentran de forma natural en la atmósfera, no obstante, las actividades humanas han cambiado su concentración (EPA, 2017). Lo anterior, debido a que el sistema energético actual se basa en combustibles fósiles como el petróleo, carbón y gas natural y “estos combustibles comprimen el 80% de la demanda global primaria de energía y son la fuente de aproximadamente dos tercios de las emisiones globales de CO2” (Foster & Elzinga, 2013).

El calentamiento por el cambio climático traerá consigo los llamados “fenómenos de evolución lenta”, que se refieren a riesgos e impactos asociados con el incremento de temperaturas como la desertificación, degradación de la tierra y bosques, acidificación de océanos, aumento del nivel del mar y otros (UNCC. s.f). Estos eventos también podrían ocasionar olas migratorias sin precedentes, por lo que se vuelve imperativa la gobernanza y ejecución de estrategias para disminuir los posibles efectos de este fenómeno. Es por ello que se ha puesto mayor atención a la necesidad de abogar por un cambio del sistema energético, una transición hacia el uso de energías renovables o energías limpias que podrían reducir la concentración de gases que ha ido en aumento por la explotación y uso de combustibles fósiles.

De acuerdo a Smil (2017, como se citó en Guimaraes, 2020, p.319) la transición energética se basa en “el cambio en la composición (estructura) del suministro de energía primaria, el cambio gradual de un patrón específico de suministro de energía a un nuevo estado de un sistema energético.” Las energías renovables y limpias se han proyectado como la sustitución más factible para el sistema energético actual basado en combustibles fósiles, de acuerdo a la existencia de numerosas fuentes como la solar, eólica, mareomotriz, hídrica, biocombustibles a partir de biomasa útil, etc.

De acuerdo a un ejercicio de simulación para alcanzar cero emisiones netas de carbono para el 2050 (ZNE2050) propuesto por la Agencia Internacional de Energías, se necesitarán de acciones dramáticas como lograr que el 75% de la generación global de electricidad provenga de fuentes con baja emisión (IEA, 2020, p. 23). Considerando que, en el primer trimestre del 2020, la participación de energías renovables en la generación global de electricidad fue de 28% (IEA, 2020), se evidencia cómo el mundo se ha encaminado al cambio. Además, tomando en cuenta lo previamente explicado sobre la causa del cambio climático, si se lograse alcanzar cero emisiones se esperaría una disminución sustancial de las consecuencias del aumento de temperatura que se han manifestado en los últimos años.

No obstante, los promotores de la transición energética suelen descartar alternativas interesantes para reducir la emisión a corto plazo de CO2 como la transición temporal de carbón y petróleo a gas natural. A pesar de que el gas natural es contaminante, produce en promedio 44% menos gases de efecto invernadero que las plantas de carbón y reduce significativamente la contaminación del aire (Soon, Connolly y otros, 2020). Esta estrategia ayudaría a mantener los beneficios y facilidades de seguir utilizando combustibles fósiles al mismo tiempo que se reduce la emisión de CO2, no obstante, algunos argumentan que esto podría reducir la motivación de eliminar por completo los combustibles fósiles. En caso que la urgencia sea frenar el cambio climático, entonces la transición más accesible y simple al corto plazo es el gas natural. A pesar que esto parecería contradictorio con el objetivo de eliminar por completo los combustibles fósiles, permite reducir de manera inmediata y significativa la emisión de gases de efecto invernadero y no comprometer la seguridad energética.

Por otra parte, la utilización de energía nuclear para la producción de energía eléctrica también se presenta como una alternativa a considerar, ya que tiene ciertos beneficios y facilidades semejantes a los combustibles fósiles sin emitir ninguno de los gases contaminantes. Los principales problemas que enfrenta la energía nuclear es el riesgo de accidentes y los residuos radiactivos (Keramidas, Diaz Vazquez, Weitzel & otros, 2020). Nuevos protocolos de seguridad y mantenimiento han reducido el riesgo de accidentes de manera importante, sin embargo, los casos más conocidos de accidentes en plantas nucleares como Chernobyl y Fukushima han hecho que la energía nuclear sea una opción que genere recelos y desconfianza. Asimismo, se ha desarrollado tecnología para procesar de manera segura los residuos radiactivos. La utilización de este tipo de energía podría aumentar con el paso de los años y complementar a las energías renovables, no obstante, promotores de la transición energética a energías renovables como Greenpeace (2017, p. 8) señalan que “Alargar la vida de las centrales nucleares dificultará la integración de las energías renovables que necesitan un sistema energético flexible (…)”

Además, el uso de energías renovables se ha presentado como una posibilidad que pueda traer consigo mayores y mejores en distintas áreas que son objeto referente de la seguridad humana global. Según el informe “Global Renewables Outlook 2020” creado por la Agencia Internacional de Energías Renovables, la transición energética puede conllevar a diversos beneficios como el cambio en la calidad del aire en las ciudades, la “universalización del acceso a la energía”, de acuerdo a la posibilidad de descentralizar y establecer estas tecnologías en áreas rurales; y aumentar la seguridad energética de países dependientes de la importación de energías fósiles (IRENA, p.59).

No obstante, la transición energética no está exenta de desafíos y complicaciones. El reemplazo de combustibles fósiles a energías limpias, implica una gama de desafíos técnicos, económicos y de infraestructura que todavía no parecen tener una solución sencilla. Una de las críticas más oportunas es que habría un “problema de intermitencia” (Soon, Connolly & otros, 2020) en caso de depender exclusivamente de energías renovables (principalmente la energía solar, eólica y mareomotriz) en la producción de energía eléctrica.

La producción de energía eléctrica tiene que atender la demanda fluctuante por parte de la población; esta demanda de energía eléctrica cambia a lo largo del día, dependiendo de la estación del año, de las festividades y eventos de gran escala, y otras variables. La energía eléctrica producida a partir de los combustibles fósiles permite a los proveedores de este servicio suplir la energía suficiente a pesar de la demanda fluctuante. Por otra parte, la producción de energía eléctrica por medio de tecnología solar, eólica y mareomotriz depende de circunstancias intermitentes para poder funcionar: la luz solar podría ser tapada por las nubes y en la noche no está disponible, el viento podría dejar de soplar por varios días u horas y las mareas también son intermitentes; hay ciertas épocas del año, o situaciones climáticas no controlables que hacen que este tipo de producción de energía sea irregular. Si se llegasen a producir diferencias significativas entre la oferta y demanda de electricidad habría problemas de sobreoferta de energía, que sería desperdiciada y, también problemas de producción baja o nula de electricidad que puede llevar a apagones eléctricos masivos.

El problema de la intermitencia necesitará de la adaptación de los sistemas para que estos sean flexibles y así puedan responder ante la variabilidad e incertidumbre de elementos como el sol y el viento (IRENA,2018, p.22). Esta adaptación se suma como una estrategia que pueda potencializar el uso de las energías variables, pero, al mismo tiempo, será una cuestión logística y funcional que representará un reto.

En conclusión, el cambio climático es el principal desafío que enfrenta la humanidad en este siglo. Ya se han concretado los primeros esfuerzos a nivel internacional para coordinar una respuesta efectiva que pueda neutralizar esta amenaza. La transición energética a energías renovables es la principal solución en la lucha contra el cambio climático, no obstante, persisten contradicciones, retos y dilemas que exigen alternativas complementarias para reducir la emisión de gases contaminantes y, al mismo tiempo, poder atender la demanda energética global. A pesar que la transición energética ya se encuentra en marcha, queda un largo camino por recorrer, se necesita de una aceleración más intensiva de la introducción de energías renovables y limpias en el sistema energético global para lograr la meta de cero emisiones netas de carbono para el 2050.


Por Jose Andres Martinez y Lorena Peña. Voluntarios de Ceinaseg


Referencias bibliográficas

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IRENA (2017) Renewable Energy: a key climate solution. IRENA Publications. Recuperado el 01 de abril de 2021 de https://www.irena.org/-/media/Files/IRENA/Agency/Publication/2017/Nov/IRENA_A_key_climate_solution_2017.pdf

Keramidas, K., Diaz Vazquez, A., Weitzel, M., Vandyck, T., Tamba, M., Tchung-Ming, S., Soria- Ramirez, A., Krause, J., Van Dingenen, R., Chai, Q., Fu, S. and Wen, X. (2020) Global Energy and Climate Outlook 2019: Electrification for the low-carbon transition. European Commission, Joint Research Centre. Recuperado el 02 de abril de 2021 en http://publications.jrc.ec.europa.eu/repository/bitstream/JRC119619/kjna30053enn_geco2019.pdf

Greenpeace (2017) Ley de Cambio Climático y Transición Energética: Propuestas de Greenpeace. Greenpeace España. Recuperado el 03 de abril de 2021 de http://archivo-es.greenpeace.org/secured-static.greenpeace.org/espana/Global/espana/2017/documentos/cambioclimatico/Ley_de_cambio_climatico_LR.pdf

Guimaraes, L. (2020). The Regulation and Policy of Latin American Energy Transitions. Elsevier.

Foster, S; Elzinga, D. (2013). The Role of Fossil Fuels in a Sustainable Energy System. https://www.un.org/en/hronicle/article/role-fossil-fuels-sustainable-energy-system

IRENA. (2020). Global Renewables Outlook: Energy transformation 2050

https://www.irena.org/publications/2020/Apr/Global-Renewables-Outlook-2020

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IRENA (2018), Power System Flexibility for the Energy Transition, Part 1: Overview for policy makers, International Renewable Energy Agency, Abu Dhabi.

https://www.irena.org/-/media/Files/IRENA/Agency/Publication/2018/Nov/IRENA_Power_system_flexibility_1_2018.pdf

Inventory of U.S Greenhouse Gas Emissions and Sinks. (2017). United States Environmental Protection Agency. https://www.epa.gov/sites/productio n/files/2017-02/documents/2017_complete_report.pdf 

IEA. (2020). World Energy Outlook 2020 Executive Summary. (2020).https://webstore.iea.org/download/summary/4153?fileName=1.English-Summary-WEO2020.pdf

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