Introducción

Los dispositivos semiconductores, chips o microchips, son pastillas pequeñas fabricadas con sustancias semiconductoras como el silicio y son fundamentales en los dispositivos electrónicos modernos (González, 2014). Estos circuitos integrados (CI) actúan como un interruptor de encendido y apagado para controlar el paso de corriente en los dispositivos electrónicos; son capaces de actuar así porque los semiconductores de los que están fabricados tienen propiedades intermedias entre los conductores y los aislantes (AMD, 2021).

Su aplicación se extiende en una gran cantidad de industrias y productos, incluyendo toda la infraestructura tecnológica como los servidores de los centros de datos, el internet y el transporte dependen de los semiconductores para realizar tanto operaciones básicas como avanzadas. Muchos productos de consumo digital de la vida cotidiana, como las computadoras, los teléfonos inteligentes, los automóviles, cámaras digitales, los televisores, las consolas de videojuegos, las lavadoras, y las bombillas LED, también utilizan semiconductores (Hitachi, 2021).

Según González (op. cit.), muchos estudiosos consideran que la revolución digital provocada por los circuitos integrados es uno de los sucesos más significativos de la historia de la humanidad. Con la llegada de tecnologías cada vez más sofisticadas como las redes móviles 5G, carros eléctricos y automatizados, drones, entre otros, el aumento en la demanda de estos microprocesadores ha aumentado vertiginosamente, y los efectos de la pandemia no han hecho más que acelerar lo que parecía inevitable: la escasez de chips. Esta situación ha levantado las alarmas en Washington, Pekín y Bruselas, que ven cómo este shock expone la vulnerabilidad de las cadenas de suministro en un mundo globalizado, pone en jaque el funcionamiento de las empresas tecnológicas más importantes y representa otro frente en la competencia estratégica entre China y US.

Mercado global

  • Productores y Consumidores habituales

La producción de semiconductores es un proceso complejo que maneja plazos de ejecución extensos y una gran cantidad de capital humano y económico. En promedio, transcurren entre tres y cinco años desde la investigación inicial hasta llegar al producto final (AMD, 2021). El riesgo en el sector es grande porque los chips se vuelven obsoletos rápidamente, las presiones de precios son un problema, no hay garantías de rentabilidad y la inversión inicial para poner en marcha una fábrica de tamaño medio es entre 10 mil – 12 mil millones dólares (El País, 2021), por lo tanto, pocas empresas (Intel, Samsung, TSMC y Global Foundries) son las que participan en la industria de fabricación de microprocesadores a gran escala. En particular, Taiwán Semiconductor Manufacturing (TSMC) y Samsung Electronics (surcoreana) dominan el mercado de fabricación de chips con una cuota global de 43% solo entre estas dos empresas, y el 75% de la capacidad global de fabricación de chips se encuentra en el este asiático (Varas, Varadarajan, Goodrich y Yinug, 2020).

China es el principal consumidor de chips en el mundo, por encima de los Estados Unidos, y su participación en el mercado de fabricación se encuentra en el 15% (Mártil, 2021), siendo la mayoría de la producción para el consumo interno. El objetivo de China es tener autosuficiencia en el sector tecnológico, incluyendo la fabricación de chips, para ello ha invertido cientos de millones de dólares y se estima que para la próxima década China fabrique el 40% de la capacidad global (Varas et. al., 2020), dando un golpe sobre la mesa y acercándose a sus objetivos planteados en el plan “Made in China 2025”.

Por su parte, Estados Unidos no se queda con los brazos cruzados y ya está en planes para invertir una gran cantidad de dinero y atraer a las grandes empresas fabricantes, TSMC y Samsung, a territorio americano. Según Blank (2020), TSMC se comprometió en 2020 a invertir 12 mil millones de dólares para construir una planta en Arizona que debería estar lista en 2024. La preocupación en Estados Unidos es tal que congresistas y senadores de ambos partidos han escrito al Presidente Biden una carta para alertar de las maniobras chinas para dominar la cadena de suministros de los semiconductores (Sánchez, 2021); las empresas del sector tecnológico como Apple, Google, Amazon, Microsoft, Verizon, entre otras, se han visto gravemente afectadas por la escasez de chips y también han hecho presión al Presidente.

El caso de Europa es diferente porque dependen del diseño estadounidense y de Asia para la producción de sus chips. Su participación en la fabricación de chips llegó a ser de 44% en los años 90, en la actualidad es de apenas un 9% (Sánchez, 2021). El objetivo del comisario de Mercado Interior es consolidar una alianza europea para elevar la cuota global de producción global de 9% a 20 % para el 2030. En caso de no tomar acción inmediata para financiar el establecimiento de plantas de fabricación de chips en Europa, van a terminar siendo totalmente dependientes de los países asiáticos y Estados Unidos para el acceso a semiconductores de última generación.

Cambios con la pandemia

La pandemia por Covid-19 trajo grandes cambios en distintos ámbitos que le dan funcionamiento a nuestras sociedades y al mundo entero. Especialmente, se pudo evidenciar cómo se exacerbó el papel de las tecnologías para contrarrestar los efectos de la misma. No obstante, en una relación casual, las distintas decisiones tomadas para disminuir la posibilidad de contagio, afectó a muchos negocios, entre ellos a la industria de tecnologías y, en términos generales, a las cadenas de producción mundial.

Los grandes productores de semiconductores se vieron en la necesidad de disminuir su producción. Al tiempo que ocurría lo anterior, la demanda de distintos dispositivos domésticos como ordenadores, televisores, teléfonos móviles, el lanzamiento de nuevas consolas de videojuego, agregado al aumento y al progresivo desarrollo de vehículos eléctricos crearon el ambiente propicio para una escasez sistémica de estos componentes primarios.  Lo anterior, se evidencia con que esta crisis fue impulsada por un aumento del 5,4% de la demanda de elementos de refugio en el hogar de 2020, según los datos del International Data Corporation (King et al, 2021).

Por otra parte, y como ha sido comentado previamente, Taiwán es de los mayores productores de semiconductores en el mundo y, especialmente, en el año 2021 se ha visto gravemente afectado por la pandemia de Covid-19. 

En mayo de este año, la propagación de Covid-19 en las fábricas de electrónica de Taiwán amenaza con retrasar los envíos de semiconductores. Algunas empresas como King Yuan Electronics, Greatek, Accton y Foxsemicon, han cerrado sus fábricas por algunos días y, también, han debido testear a todos los empleados, lo que ha ocasionado retrasos en sus objetivos de producción (Hille, 2021). De manera que este pico de contagios en el país ha potencializado la escasez de semiconductores ya existente, desde el año anterior.

Panorama futuro

Ahora, reconociendo que la pandemia mantiene ciertas afectaciones a nivel mundial, una solución a corto plazo para contrarrestar a esta crisis de semiconductores que ha inhabilitado a tantos sectores, no está asegurada. Distintos expertos inmersos en este ámbito de producción han analizado los prospectos de esta escasez.

En primer lugar, Glenn O’Donnell, vicepresidente y director de investigación de la empresa asesora Forrester, cree que la escasez podría durar hasta 2023. Teniendo en cuenta, que la demanda de dispositivos electrónicos seguirá manteniendo un alto nivel, y la oferta seguirá siendo limitada (Shead, 2021).  Por otra parte, Lynn Torrel, jefa de compras y cadena de suministro de la empresa Flex, mencionó que los fabricantes de los semiconductores han evitado proponer previsiones sobre la crisis, pero muchos esperan que se mantenga hasta finales de 2022, mientras que otros creen que continuará hasta 2023 (Dempsey,2021).

Además, de la previsión del mantenimiento del desequilibrio entre la oferta y la demanda, uno de los grandes obstáculos para salir de la crisis a corto plazo es el tiempo de establecimiento de las fábricas de chips. La construcción y funcionamiento total de estas pueden tardar hasta dos años y tener un costo de hasta diez mil millones de dólares (Reuters, 2021).  También, agregado a los problemas ocasionados por el Covid-19, hoy en día, Taiwán está atravesando una escasez de agua (elemento crítico para esta industria), y altas temperaturas que han causado apagones por el gran uso de aires acondicionados, lo cual también ha ralentizado la producción de las fábricas (Sánchez, 2021). Convirtiéndose así en una situación que provee otra perspectiva pesimista sobre la recuperación de la escasez de los semiconductores.

De acuerdo a un artículo escrito por Emanuela Barbiroglio (2021) publicado en el portal Forbes, la mayor empresa de producción de semiconductores de este país, Taiwan Semiconductor Manufacturing Co Ltd (TSMC), utiliza alrededor de 15,000 toneladas de agua de manera diaria, uso que se ha visto obstaculizado por las sequías, lo que ha conllevado al gobierno taiwanés a suspender la oferta de este elemento a las industrias de altas tecnologías.

Externalidades como la continua demanda por consumidores y problemas climáticos, hacen que la crisis de semiconductores sea una que requiere de gran planeación para evitar un mayor impacto en los flujos de los sectores tecnológicos y las economías. Debido a esta ralentización, diferentes Estados como China y Estados Unidos, han movido sus fichas para prevenir estancamientos, especialmente, el del objetivo estratégico de mantener el liderazgo en términos tecnológicos a nivel mundial. Por ello, esta crisis se convierte en un lente de análisis para evaluar rivalidades existentes y de naturaleza dinámica que se evidencia en distintos sectores. Sin dejar de lado, que otros actores menos preponderantes también han adquirido un valor geoestratégico en esta coyuntura.

Conclusiones e Implicaciones estratégicas

Un sector con una industria rígida, con poca adaptabilidad para atender los cambios de oferta y demanda, con condiciones particulares de producción y la necesidad de ingentes inversiones, así como la cada vez mayor necesidad de semiconductores por dispositivo, son varios de los factores que condicionan una industria cada vez más necesaria pero que sigue estando limitada a productos concretos (Sánchez, 2021). Bajo estas condiciones, la amenaza geopolítica también se incrementa, pues ante la tensión entre China y Estados Unidos durante la administración Trump, las cadenas de suministro global se vieron amenazadas.

Además, la pandemia supuso un duro revés para el comercio global y el transporte de estos componentes cuando, irónicamente, también provocó que se disparara la demanda. La pugna comercial también se tradujo en una pugna de patentes y en una disputa por la transferencia tecnológica entre productos de microprocesadores y chips, lo que implicó un primer avistamiento de la posibilidad de enfrentar una interrupción de la cadena de suministro que ocasionaría pérdidas económicas y tecnológicas sin precedentes. En efecto, la implicación de intereses geopolíticos en la industria podría ser un obstáculo para el desarrollo de diferentes industrias, incluso llegando a perjudicar la producción de material médico o agrícola (EuropaPress, 2020).

Este conflicto es lo que algunos llaman “guerra de chips”, cuya arma de combate preferencial son los aranceles. Una contienda que no solo afecta a la rivalidad China-Estados Unidos, sino también ha incluido a países como Japón, Taiwán y Corea del Sur cuyas industrias tecnológicas, e incluso productoras de semiconductores, se han visto perjudicadas u obligadas a incorporarse en las disputas comerciales (El Orden Mundial, 2021).

Autoras como Isabel Valverde (2021), analizan la disputa como la carrera geopolítica del siglo XXI, aunado a otros recursos como las Tierras Raras o el agua. Siendo propulsores de la revolución digital actual, los semiconductores no son un elemento reemplazable. China gasta más en semiconductores que en petróleo y los identifica como un recurso estratégico para sus ambiciones industriales. En relación a ello, el gigante asiático no parece cambiar su posición de apaciguamiento frente a una primera reacción hostil estadounidense con los aranceles aplicados a empresas como Huawei, sin embargo, no es descabellado pensar en una nueva escalada de tensiones, especialmente con respecto a las reivindicaciones chinas con Taiwán y a una actual gestión norteamericana que sigue evaluando que reacción es la más oportuna a ejecutar (Blank, 2020).

Por Lorena Peña, José Andrés Martínez, Juan Andrés Gascón


Bibliografía

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Blank, S. (2020, 11 de junio). The Chip Wars of the 21st Century. Website War on the Rocks. https://warontherocks.com/2020/06/the-chip-wars-of-the-21st-century/#:%7E:text=Foundries%20take%20at%20least%20three,most%20expensive%20factories%20on%20earth.

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