Al ser la seguridad un concepto que se halla en el blanco de constantes debates por la carga ideológica que contiene, es posible observar cómo se ha transformado, y a su vez complementado, a lo largo de los años. Los cambios que ha sufrido el concepto han provocado, por ende, la modificación de los elementos inherentes al mismo, como los actores que intervienen en ella, e incluso, la percepción que se tiene de las amenazas.

En el trascurrir de la Guerra Fría, la seguridad se caracterizaba por estar vinculada estrictamente a la agenda militar, es decir, las amenazas eran tomadas en cuenta como aquello que podría vulnerar la supervivencia del Estado. Es de esta manera como la seguridad internacional se traducía consecuentemente en la seguridad nacional, enfocándose únicamente en las operaciones militares activas durante el conflicto entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

Por consiguiente, en este mundo polarizado, para los realistas el tema de la seguridad se relacionaba específicamente con el poder, mientras que los idealistas, se inclinaban a analizar la seguridad como consecuencia de la paz. Sin embargo, al finalizar el conflicto entre las superpotencias – donde además coincidía el impacto y desarrollo de la globalización – la seguridad comienza a tomar un nuevo enfoque.

Este vuelco que experimentaba el concepto ha sido sustentado por autores como Barry Buzan (2007), quien determinó que a finales de los años 80 “se pusieron las bases (no más) para una convergencia de las agendas realistas e idealistas. Partes significativas de ambas corrientes adoptaron la seguridad como herramienta conceptual prioritaria.” Es decir, que esta situación produjo así una ampliación de la interpretación hasta entonces vigente de seguridad, donde la perspectiva de desarrollo permitió que se involucraran temas económicos, políticos, sociales y medioambientales, por lo que la seguridad dejaría de ser netamente militarista. Es por esta razón que, según Buzan, “el concepto de seguridad une estos niveles y áreas temáticas tan estrechamente que exige ser abordado desde una perspectiva integradora.”

Con estas modificaciones en materia de seguridad, las amenazas convencionales – principalmente ideológicas y militares – le darían paso a las amenazas multidimensionales, donde una variedad de factores como las migraciones, los problemas ambientales, la corrupción, el terrorismo, entre otros, se toman en cuenta,   Esta perspectiva se mantendría así hasta esta última década, puesto que actualmente ha comenzado a surgir un nuevo término: las amenazas híbridas. Este fue utilizado por primera vez por Frank G. Hoffman, antiguo oficial del cuerpo de Marines estadounidense, en el año 2007. Hoffman asegura que “las amenazas híbridas incorporan una gama completa de diferentes modos de guerra incluyendo capacidades convencionales, tácticas y formaciones irregulares, actos terroristas incluyendo violencia y coerción indiscriminada, y desorden criminal.” Es decir, las amenazas híbridas se expresan como una convergencia entre la antigua y la nueva percepción de seguridad mencionada anteriormente.

Hay quienes atribuyen el origen del término, en el contexto de la Guerra del Líbano en 2006, pues gracias a investigaciones posteriores, se determinó que Israel había estado utilizando una combinación de estrategias convencionales y no convencionales.

En este punto, es posible advertir entonces que las amenazas híbridas consisten en una demostración de las amenazas a la seguridad de una forma más compleja de la que se había entendido desde la época de la post Guerra Fría. En otras palabras, las amenazas híbridas son denominadas “acciones coordinadas y sincronizadas (…) que atacan deliberadamente vulnerabilidades sistémicas de los Estados y sus instituciones a través de una amplia gama de medios y en distintos sectores objetivos (políticos, económicos, militares, sociales, informativos, infraestructuras y legales)” (Galán, 2018). Es por esta razón – y por los elementos que componen esta definición – que en ocasiones las amenazas híbridas son difíciles de detectar, y por consiguiente, difíciles de atacar o prevenir.

Los soldados son entrenados para responder ante amenazas híbridas.

Departamento de Defensa, D. Myles Cullen, Ejército de EUA. (2010). Soldados de EUA salen de posiciones defensivas mientras se preparan para un ataque en un ejercicio de operaciones de espectro total en el Fuerte Polk, estado de Luisiana, 23 de octubre de 2010. Recuperado dehttps://www.armyupress.army.mil/Portals/7/militaryreview/Archives/Spanish/MilitaryReview_20131231_art005SPA.pdf

Sobre el concepto, existe una crítica en particular realizada por autores como Fabián Sánchez García (2012), quienes aseguran que el término híbrido ha sido innecesario e inútil, puesto que tienen la visión de que este fenómeno que está ocurriendo desde hace una década – en cuanto a los conflictos – entraría perfectamente en la categoría de amenazas irregulares. “Que los conflictos armados actuales se han hecho más complejos es ya una obviedad. (…) Sin embargo, no está claro que el hecho de aumentar la complejidad del conflicto aconseje una nueva categorización con todo lo que pudiera añadir de confusión en una materia que ya tiene bastantes aspectos ambiguos.” Es decir, la crítica va dirigida principalmente a esclarecer que realmente esta situación no es nada nueva y que además, no ha existido un consenso en la adopción de una definición única por parte de los autores que sí apoyan la categorización.

No obstante, este debate terminológico no ha significado un obstáculo para aquellos intelectuales que buscan crear conocimiento sobre esta nueva categoría. De hecho, entre las características que se destacan de las amenazas híbridas, se ha desarrollado la idea de que este tipo de amenazas no se llevan a cabo en un territorio determinado ni necesitan de un campo de batalla con operaciones de guerra para lograr los objetivos. Básicamente, las amenazas híbridas pueden actuar en cualquier escenario; es así como el ciberespacio se ha convertido en el mejor aliado de aquellos que quieren hacer uso de este tipo de amenazas. Debido a la globalización y la velocidad con la que se transmite la información actualmente, el internet se ha convertido en un medio con el cual, a través de la desinformación y las noticias falsas (fake news), se ha logrado vulnerar en más de una ocasión la confianza en la población. Esto coincide pues con uno de los objetivos que le atribuye Galán (2018) a las amenazas híbridas, con el que se busca erosionar la confianza de los ciudadanos en sus instituciones, generando así desconfianza en el sistema democrático.

De forma semejante, los ejemplos de amenazas híbridas como los ciberataques, las campañas de desinformación y la manipulación de los medios de comunicación utilizados para el desprestigio y la perturbación de las democracias alrededor del mundo, están estrechamente relacionados con un nuevo concepto desarrollado en las Relaciones Internacionales, conocido como “Sharp Power”. Este término, a pesar de ser utilizado por primera vez por Christopher Walker y Jessica Ludwig, fue mostrado por el reconocido politólogo de Harvard Joseph Nye (2018) en un artículo para Foreign Affairs. En este se menciona que el Sharp Power “se refiere a la guerra de información que libran los poderes autoritarios de hoy, particularmente China y Rusia.” Quienes según el autor, «gastan decenas de miles de millones de dólares para moldear las percepciones del público y el comportamiento de las personas alrededor del mundo.»

A través de la censura, la distracción y la manipulación de la información, el Sharp Power ha tenido prioridad en aquellos sistemas autoritarios que poseen propósitos hostiles. Hoy día, al tomar en cuenta la globalización, se puede decir que a estos actores les resulta ventajoso llevar a cabo estas prácticas fundamentalmente por la velocidad y el alcance global que tiene la información. Además, al compararlo con ciertas tácticas de guerra convencional, el Sharp Power tiene un bajo costo. Entre las consecuencias más perjudiciales, de igual forma, se destaca la vulnerabilidad a la que está expuesto el proceso democrático “a través de la difusión tendenciosa de materiales, que tienen el potencial de afectar los patrones de votación nacionales e influir en el escenario político nacional.” (Sestrem, 2018)

Se considera que el ejemplo más evidente del uso de sharp power ha sido la influencia de las fake news promovidas por el gobierno ruso durante las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016. Incluso ha sido estudiado por investigadores de la Universidad Estatal de Ohio, donde aseguran que un porcentaje significativo de los votantes se abstuvo o votó por otro candidato que no fuese Hillary Clinton debido a que creyeron en afirmaciones infundadas como “1) Clinton estaba en muy mala salud debido a una enfermedad grave, 2) El Papa Francisco respaldó a Trump o 3) Clinton aprobó la venta de armas a los yihadistas islámicos, incluido ISIS” (Blake, 2018) Es así como resulta efectiva la amenaza en democracias como la estadounidense, pues actores externos al sistema electoral presionan con ideas radicales en la comunidad, creando un conflicto potencial.

Las redes sociales como Facebok y Twitter tuvieron más influencia en las elecciones presidenciales de 2016 que los medios tradicionales.

Facebook (s.f). Noticias falsas que aparecieron en Facebook acerca de la elección presidencial de EEUU. Recuperado de https://www.theguardian.com/technology/2016/dec/12/facebook-advertises-for-head-of-news-us-election-concerns-fake-news

Por su parte, el sharp power utilizado por el gobierno chino, aunque mantenga la misma esencia de vulnerar las democracias y la libertad, es considerado de igual forma un elemento primordial para hacer que su poder avance y reafirmarlo a nivel mundial. Como ejemplo se puede referir el momento cuando el gobierno hostigó a empresas como Hoteles Marriott International o marcas  de ropa como Zara por incluir a Taiwán como un país independiente en sus sitios web. En ambos casos, las empresas cedieron ante el poder punzante y se vieron obligados a modificar sus páginas web. Ante esta situación, el gobierno de Taiwán se ha unido contra la lucha de estas medidas de sharp power pidiendo a los gobiernos de otros Estados afectados que hagan todo lo posible, en un ambiente cooperativo, para hacerle frente a estos intentos de censura. (La Razón, 2018)

Ante ambos ejemplos queda demostrado cómo el Sharp Power ha influenciado significativamente la dinámica de las amenazas híbridas impartidas por ciertos Estados. A pesar de esto, es necesario tomar en consideración que el Sharp Power es una técnica complementaria que se le atribuye únicamente a Estados – hasta el momento practicado por sistemas autoritarios como Rusia, China e incluso Corea del Norte – mientras que las diferentes prácticas denominadas amenazas híbridas tienen como característica adicional que puede partir tanto de Estados como de actores no estatales (p. ej. Al Qaeda, Boko Haram…). Se podría considerar que la relación entre ambos términos es de contenido a continente, respectivamente.

Para finalizar, independientemente si se está de acuerdo o no sobre la novedad de estas categorías, no se puede negar el hecho de que los agigantados pasos que se han dado últimamente en materia de seguridad y tecnología, han complejizado mucho más las Relaciones Internacionales. Con estas nuevas formas de vulnerar el Sistema, el proceso de identificar al enemigo y tomar las decisiones necesarias para mantener la estabilidad en la sociedad supone un gran desafío para los Estados hoy día. Por esta razón, los poderes cibernéticos y mediáticos deben ser fundamentales en cuanto a la defensa contra este tipo de amenazas; no obstante, el elemento clave debe ser la colaboración internacional, tal como lo expresa Cederberg (2015) “La colaboración internacional ofrece apoyo político, económico y militar directo, pero también ayuda a cubrir algunas de las capacidades nacionales faltantes y el apoyo en el desarrollo de capacidades en áreas que se han quedado atrás.”


Por Lic. Gabriela Rodrigues. Internacionalista (UCV)


Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente la organización comparte lo expresado.


 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Blake, A. (3 de Abril de 2018). The Washington Post. Obtenido de A new study suggests fake news might have won Donald Trump the 2016 election: https://www.washingtonpost.com/news/the-fix/wp/2018/04/03/a-new-study-suggests-fake-news-might-have-won-donald-trump-the-2016-election/

Buzan, B. (2007). People, States & Fear: An Agenda for International Security Studies in the post – Cold War Era. Essex: ECPR Press Classic Series.

Cederberg, A. (2015). How can Societies be Defended against Hybrid Threats? . Ginebra: Geneva Centre for Security Policy.

Galán, C. (2018). Amenazas Híbridas: Nuevas herramientas para viejas aspiraciones. Madrid: Real Instituto Elcano.

Hoffman, F. G. (2007). Conflict in the 21st Century: The rise of Hybrid Wars. Arlington, Virginia: Potomac Institute for Policy Studies.

La Razón. (21 de julio de 2018). Obtenido de Taiwán se defiende del poder punzante de China: https://www.larazon.es/internacional/taiwan-se-defiende-del-poder-punzante-de-china-MM19155696

Nye, J. (24 de Enero de 2018). Foreign Affairs . Obtenido de How Sharp Power Threatens Soft Power: https://www.foreignaffairs.com/articles/china/2018-01-24/how-sharp-power-threatens-soft-power

Sánchez, F. (2012). El Conflicto Híbrido ¿Una nueva forma de guerra? Madrid: Ministerio de Defensa.

Sestrem, J. (23 de Febrero de 2018). El Mostrador. Obtenido de Sharp Power en las Relaciones Internacionales, ¿la Guerra no Observable?: https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2018/02/23/sharp-power-en-las-relaciones-internacionales-la-guerra-no-observable/

 

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