La República Popular China cumplió 70 años de fundada, desde el Departamento de Geopolítica, Seguridad y Conflictos Internacionales hemos preparado el siguiente análisis donde hacemos un balance del ascenso geopolítico y geoeconómico de China en estas últimas décadas. El Partido Comunista de China (PCC), liderado por Mao Zedong, derrotó al Partido Kuomintang en 1949 después de casi tres décadas de guerra civil. Su victoria implicó una revolución comunista de la cual surgió la actual República Popular China en territorio continental, pues la misma no se extendió hasta el actual Taiwán.

El gran aliado de la China comunista sería la URSS, tanto en términos de armamento para la revolución como de cooperación técnica, financiamiento industrial, etc. Era el modelo de una nación humillada en el siglo XIX por el neocolonialismo occidental y que aspiraba industrializarse dejando de ser cuasi-feudal.

Pero el “Gran Salto Adelante” o revolución industrial china fracasó estrepitosamente. China solo figuraría en la geopolítica global por sus millones de tropas, su poder disuasorio nuclear -que conserva hasta nuestros días- y por acercarse en la década de 1970 a Estados Unidos en un sistema internacional de bipolaridad flexible luego de que rechazara definitivamente en 1960 la dependencia armamentística, tecnológica e ideológica respecto al Partido Comunista de la URSS (Enciclopaedia Britannica, 2019).

Es en este contexto que en 1976 emergió un líder de la línea blanda del PCC para ocupar el cargo del difunto dogmático Mao, el “padre fundador”. Den Xiaoping fue el estadista clave, quien entendió en 1978 que la permanencia del PCC y el cumplimiento del destino civilizacional de China como Imperio Medio demandaba reformas pragmáticas, no una “Revolución Cultural”. Hablamos de zonas económicas especiales abiertas a la IED y de libertades de mercado básicas, incluyendo la propiedad privada y la libertad de precios entre 1979-84 para el sector agrícola (Brown, 2018; Dinamarca, 2018; Worden, Savala & Dolan, 1987).

Den Xiaoping fue el estadista clave, quien entendió en 1978 que la permanencia del PCC y el cumplimiento del destino civilizacional de China como Imperio Medio demandaba reformas pragmáticas, no una “Revolución Cultural”.

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No podemos comprender la China actual, la segunda mayor economía del mundo desde 2010[1] y el principal competidor de Estados Unidos en el marco de la Cuarta Revolución Industrial, sin estas transformaciones, especialmente desde la década de 1980, cuando incluso superó la presión por democratizarse y se produjo la masacre de Tiananmén en 1989 meses antes de la Caída del Muro de Berlín.

Desde entonces, la política exterior de China estuvo guiada por una diplomacia de ascenso pacífico y perfil bajo que el estadista Deng Xiaoping la resume en la siguiente frase:

Observar con calma; asegurar nuestra posición; afrontar los hechos con tranquilidad; esconder nuestras capacidades y ganar tiempo; mantener un perfil bajo; y nunca reclamar liderazgo. (Deng Xiaoping, citado en Muro, 2017).

Empero, la evolución geopolítica de China ha sido disruptiva en los últimos años. En la Posguerra Fría la distribución de poder estuvo en función de la competitividad económica, del desarrollo tecnológico y financiero. Estas -y no el número de tropas, la disuasión nuclear o la difusión de una ideología- representan las fuentes de poder y eventualmente de legitimidad de un régimen llamado a ser potencia, sea democrática o autoritaria. Y China se ha adaptado por completo a este cambio paradigmático, a diferencia de Rusia, la otrora mayor república en el seno de la URSS.

En este sentido, con la llegada de Xi Jinping al poder en la República Popular China en 2013, la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda se ha convertido en el emblema de la política exterior china que, apuesta por un mayor protagonismo en las relaciones internacionales, una globalización con “características chinas.” El enfoque cooperativo y de soft power característico de la inserción internacional de China se manifiesta en un contexto de rivalidades geopolíticas donde el gigante asiático ha sido identificado como una potencia revisionista de acuerdo a la nueva estrategia de seguridad nacional de los Estados Unidos (BBC mundo, 2018).

La Nueva Ruta de la Seda, OBOR (por sus siglas en inglés – One Belt, One Road) comprende, básicamente, i) un Cinturón Económico que enlaza, mediante rieles y otras infraestructuras, a China, Asia Central y el Báltico; a China con el Golfo Pérsico y el Mediterráneo a través de Asia Central y Occidental; y a China con el Sureste Asiático, Asia del Sur y el Océano Índico; y ii) una Ruta de la Seda Marítima -vinculada a corredores y a la que se le sumó una ruta en el Ártico por acuerdo de Rusia y China- diseñada para ir desde las costas de China hasta Europa a través de dos rutas: Mar del Sur de China- Océano Índico y Mar del Sur de China-Pacífico Sur (Ehret, 2019; National Development and Reform Comission, 2015).

La Nueva Ruta de la Seda se ha convertido en el emblema de la política exterior china que, apuesta por un mayor protagonismo en las relaciones internacionales, una globalización con “características chinas.”

Fuente: The Economist

En un mundo en globalización constante (aunque está siendo cuestionada por los EEUU) y que se recupera de la crisis financiera de 2008, un megaproyecto que involucra trillones de dólares hasta 2049 (centenario de la República Popular China), el 40% del PIB global y 65% de la población global para 2017, ha generado muchas expectativas positivas, por ello se extiende al menos a 68 Estados, incluyendo a economías occidentales desarrolladas como Alemania, Italia o Suiza, y Estados pertenecientes al área de influencia natural de Estados Unidos, como Panamá (Actis & Creus, 2018; Ehret, 2019; PR.com, 2019; Belt & Road Initiative, 2019).

China con este proyecto puede construir un sistema de alianzas claves para contrabalancear el poderío estadounidense en la región Asia-Pacífico, una estrategia que desafía esa hegemonía, la cual se ha manifestado mediante la proporción de seguridad y defensa a diversos Estados como Corea del Sur y Japón.

De esta manera, el gigante asiático asume un rol basado en una estrategia de smart power geoeconómico, combinando cooperación abierta con capacidades económicas-tecnológicas y endeudamiento, que opaca la gestión del Estados Unidos proteccionista presidido por Trump respecto al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión y la OMC –esta última erosionada por la guerra arancelaria con China y ahora con la UE-, demostrando que es una alternativa en materia de los bienes públicos que un hegemón ofrecería al sistema internacional, como la conectividad, el soporte técnico, el desarrollo de energías renovables y, gracias al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura vinculado al megaproyecto, la intermediación financiera.

No obstante, el enfoque cooperativo de la política exterior china (incremento de los vínculos culturales, políticos, comerciales y financieros) se combina con una estrategia de hard power a través de su proyección militar con el aumento del gasto en defensa y la presencia en el mar del sur de China.

Consciente de la influencia militar estadounidense en el Mar del Sur y la importancia del comercio marítimo en el Océano Índico y en el Pacífico Sur, China busca consolidar su presencia geoestratégica en las Islas Spratly (en disputa con diversos países) y el Estrecho de Malaca, rutas comerciales importantes de materias primas y que en las zonas adyacentes (plataformas continentales) tienen abundancia de recursos energéticos y pesqueros. Es menester recordar que por el Estrecho de Malaca fluye alrededor del 25% del comercio internacional y buena parte del comercio petrolero y de gas natural (Ventura, 2016).

China busca consolidar su presencia geoestratégica en las Islas Spratly (en disputa con diversos países) y el Estrecho de Malaca, rutas comerciales importantes de materias primas y que en las zonas adyacentes (plataformas continentales) tienen abundancia de recursos energéticos y pesqueros.

Por otro lado, Estados Unidos le ha impuesto rondas arancelarias a China desde 2018 alegando la “competencia desleal” de su plan industrial “Made in China 2025”, anunciado en 2015, el cual nos indica que China ya no solo es la mayor potencia euroasiática, dominando el heartland, sino que, en el marco de las tecnologías de la Cuarta Revolución Industrial como la big data, 5G, las herramientas-máquinas automáticas, la inteligencia artificial, los carros eléctricos y nuevos materiales, busca proyectar una influencia geoeconómica global basada en su escalamiento hacia la cima de la cadena productiva, generando alto valor agregado nacional para superar la trampa del ingreso medio (Hopewell, 2018; Kennedy, 2015) y contar con una industria tecnológica e innovativa como Huawei y ZTE.

Brzezinski (1997) reafirma esta idea cuando señala:

Las élites nacionales gobernantes han ido reconociendo que existen cada vez más factores diferentes a los territoriales que son más cruciales en la determinación del estatus internacional de un Estado o su grado de influencia. La habilidad económica y su traducción en la innovación tecnológica pueden ser criterios claves en la determinación de poder. (Brzezinski, 1997:38).

Es esta última estrategia, más que la Nueva Ruta de la Seda, la que nos da cuenta del surgimiento de una eventual bipolaridad, pues Estados Unidos ha interpretado el programa aprobado por el PCC como un juego suma-cero en el cual China pretende dominar “tecnologías estratégicas[2]” o emergentes tradicionalmente producidas en economías avanzadas como Estados Unidos, incluso si el mismo contempla, más allá de los subsidios y la inversión estatal en investigación e innovación, respeto a la propiedad intelectual, estándares tecnológicos de las empresas, apertura al mercado chino y que el financiamiento dependa de instituciones de mercado (Kennedy, 2015).

Conclusiones

Luego de décadas de atraso y humillaciones sufridas por potencias extranjeras, China ha entendido que el progreso económico, la ciencia, y tecnología son motores que puede cambiar el equilibrio de poder actual y desplazarlo hacia Asia. La Nueva Ruta de la Seda se convierte en un megaproyecto de infraestructura en el marco de una política exterior que da prioridad al beneficio económico.

La República Popular pretende integrar comercialmente y financieramente a Eurasia bajo su influencia para potenciar su desarrollo, lo que le garantizará una fuente de recursos energéticos, el fomento de los intercambios comerciales y suministros para sostener el crecimiento económico a largo plazo y los avances tecnológicos en el marco del Made in China 2025.

 Los nuevos vínculos políticos y compromisos parecen cimentar las bases para un ascenso paulatino de China; lazos diplomáticos con países emergentes, la creación de un sistema financiero alternativo y el impulso del yuan como divisa, son hechos que pueden tener efectos geopolíticos a largo plazo.

Por su parte, el Made in China 2025 plantea una visión geoestratégica a través de la utilización de las tecnologías disruptivas en el marco de la Cuarta Revolución Industrial. La tecnología se convierte en una herramienta en el tablero geopolítico para incrementar la eficiencia y la dotación de recursos productivos. China busca cambiar la imagen de un país proveedor de insumos baratos hacia productos de mayor calidad y eficiencia.

Así pues, tras 70 años de fundación, un Estado revisionista como China, la mayor civilización oriental, emerge como el gran otro de Estados Unidos, comprendiendo el lenguaje de la globalización y la geopolítica actual, y proyectándose como la superpotencia llamada a proveer los bienes públicos del mundo en el siglo XXI, incluso si ello conlleva el desplazamiento o la sustitución de instituciones tradicionalmente occidentales.

China se erige como un jugador geoestratégico clave que podría alterar el curso de las relaciones internacionales y es que “Eurasia es, por lo tanto, el tablero en el que la lucha por la supremacía sigue jugándose” (Brzezinski, 1997: 31).

 


 

Referencias

Actis, E., & Creus, N. (2018, octubre). América Latina en la nueva bipolaridad emergente. Nueva Sociedad. Disponible en https://nuso.org/articulo/america-latina-en-la-nueva-bipolaridad-emergente/

Banco Mundial (2018). GDP, PPP (current international $). Disponible en https://data.worldbank.org/indicator/ny.gdp.mktp.pp.cd

BBC Mundo. (2018, 19 de enero). «Ya no se centra en el terrorismo»: la nueva estrategia de defensa nacional de EE.UU. anunciada por James Mattis. Disponible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-42755219

Belt & Road Initiative (2019, 26 dejulio). 2nd New Silk Road World Forum 2020. Disponible en https://www.beltandroad.news/2019/07/26/2nd-new-silk-road-world-forum-2020/

Brzezinski, Z. (1997). El gran tablero mundial: La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos (Trad., Mónica Salomón González). Disponible en espaebook.com. (Original en inglés, 1997).

Brown, J. (2018, 04 de diciembre). Why China’s reform programme of 1978 is vital to rest of the world in 2018. The Telegraph. Disponible en https://www.telegraph.co.uk/china-watch/politics/chinese-economic-reform/

Dinamarca, A. (2018, 19 de diciembre). 40 years ago, Deng Xiaoping changed China — and the world. The Washington Post. Disponible en https://www.washingtonpost.com/news/monkey-cage/wp/2018/12/19/40-years-ago-deng-xiaoping-changed-china-and-the-world/

Ehret, M. (2019, 25 de abril).BRI transforming world economic order. Asia Times. Disponible en https://www.asiatimes.com/2019/04/opinion/bri-transforming-world-economic-order/

Enciclopaedia Britannica (2019). Sino-Soviet Dispute. Disponible en https://www.britannica.com/event/Sino-Soviet-dispute

Hopewell, K. (2018, 03 de mayo). What is ‘Made in China 2025’ — and why is it a threat to Trump’s trade goals? Disponible en https://www.washingtonpost.com/news/monkey-cage/wp/2018/05/03/what-is-made-in-china-2025-and-why-is-it-a-threat-to-trumps-trade-goals/

Kennedy, S. (2015). Made in China 2025. Center for Strategic and International Studies. Disponible en https://www.csis.org/analysis/made-china-2025

National Development and Reform Commission . (2015, 28 de marzo).Vision and Actions on Jointly Building Silk Road Economic Belt and 21st-Century Maritime Silk Road. Disponible en http://en.ndrc.gov.cn/newsrelease/201503/t20150330_669367.html

Muro, I. (2017, 29 de mayo). En Oriente aparece una nueva hegemonía: La alianza ruso-china impulsa la Ruta de la Seda frente a Trump. Disponible en https://www.bez.es/374383302/La-alianza-ruso-china-impulsa-la-Ruta-de-la-Seda-frente-a-Trump.html

PR.com (2019, 25 de marzo). CrowdReviews partnered with strategic marketing & exhibitions to announce: One Belt One Road. Disponible en https://www.pr.com/press-release/780645

Ventura, J. (2016, 15 de febrero). Enclaves estratégicos para el comercio global: los chokepoints. Disponible en https://vaventura.com/divulgacion/geopolitica/geografia-economica-puntos-estrategicos-comercio-global/

Worden, R., Savada, A., & Dolan, R. (1987). China: A Country Study. Washington: Library of the Congress.


Notas de pie

[1] Y la primera economía por paridad de poder adquisitivo (Banco Mundial, 2018)

[2] China busca disminuir la dependencia extranjera de materias primas como minerales y bienes intermedios como semiconductores provenientes de occidente.

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